Alfonso Ussía
Política de riesgo
La política es una profesión, vocación o actividad de riesgo. Pero no para los políticos sino para la sociedad. Me gusta más «sociedad» que «masa social», porque la voz «masa» no me suena a melodía apacible ni agradable. En la portada dominical de LA RAZÓN leo: «El PSOE se estanca, condenado a pactar». Y más arriba, con categoría de noticia principal: «EL PP votará “no” si gana Díaz para obligarla a retratarse con Podemos».
Ratifica la decisión del PP: «No se abstendrá en la investidura a la presidenta, que tendrá que repetir los comicios si no pacta».
Y si pacta, ¿qué?
Intuyo a Arriola en la cocina estratégica. Lo ha calculado todo. Fue Arriola el que aseguró que Podemos era una efímera pandilla de friquis.
Si preguntaran a los votantes del Partido Popular, una abrumadora mayoría de ellos optaría por la abstención, que no por el rechazo. Sean recordadas las palabras de Felipe González que nos recuerda Toni Bolaño: «Hay que salvar a España aunque se hunda el PSOE». Cualquier pacto con Podemos, provocado o no por el error estratégico del Partido Popular puede llevar a los estalinistas al poder. Y el estalinismo no acostumbra a perder el poder cuando lo disfruta. A pesar de los múltiples y lacerantes errores del PP y del PSOE, y por encima de los vergonzosos casos de corrupción que han protagonizado muchos de sus políticos electos y asesores dediles, España está por encima de todo eso. Que sea la Justicia la encargada de juzgar, y en caso de demostrada culpabilidad, meter en la cárcel a los corruptos, incluídos, claro está, los corruptos de Podemos y de Izquierda Unida. Pero nos jugamos los españoles, los que votamos mayoritariamente al PP o al PSOE, el riesgo de la libertad y la fractura del Estado de Derecho. No son friquis, como aventuró Arriola, los políticos de Podemos. Son unos maestros en engatusar a quienes no tienen otro deseo que compartir sus males con el resto de sus compatriotas. En Podemos se reúne la indignación, el rencor y la incultura. Y es muy fácil manejar las tres situaciones. El castigo a los dos grandes partidos está garantizado, y Andalucía va a dejar clara la decepción y sanción social que merecen las dos principales formaciones políticas de nuestra democracia. El PP no se ha atrevido –Rajoy y Arriola–, a presentar y aprobar la ley electoral que concede el derecho a gobernar al partido más votado. Se arrepentirá el PP y se arrepentirá el PSOE de sus limitadísimos horizontes partidistas. «La democracia es el peor de los sistemas políticos exceptuando a todos los demás». Lo dijo Churchill, que sabía algo de eso. Las aventuras y experimentos no caben en una situación como la actual. El PP ha cabreado a muchos, pero cuenta a su favor con la recuperación económica de una nación quebrada. No ha sido el PP el que ha recuperado la economía, sino la política económica del PP y el sacrificio de millones de contribuyentes, en muchos casos, asaltados casi a mano armada. Y ha contribuído la inteligente obediencia a Bruselas. Pero todo ese sacrificio se puede ir a tomar vientos si los egoísmos personales y los estrategas intocables abren la puerta del poder a quienes aborrecen la libertad y defienden a los tiranos y los déspotas que desprecian los derechos humanos.
Si gana Susana Díaz, que va a ganar con mayoría simple, el PP está moral y éticamente obligado a la abstención en la sesión de investidura de la presidenta electa. Lo contrario sería una traición gratuíta, que es la más miserable de las traiciones. España, los españoles, nuestra libertad, nuestra Constitución y nuestros derechos no pueden someterse a un caprichito de partido o a una majadería estratégica. No se puede abrir una puerta que termina convirtiéndose, siempre, en hileras de barrotes. No estamos para gilipolleces, vengan de Arriola o de su porquero.
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