Julián Cabrera
Política y ética informativa
Camino de los cuarenta años de una monarquía parlamentaria que ha supuesto sin duda alguna el periodo de mayor bienestar y libertad en la historia de esta gran y vieja nación, no es mal momento para poner en su sitio y dar a cada cual lo suyo para bien o para mal entre los agentes políticos y sociales, sean instituciones o personas, que han marcado casi cuatro décadas y que hoy ostentan la responsabilidad de marcar otras tantas desde el punto de arranque de un momento especialmente delicado para el país.
Sin periodismo no hay democracia, es una frase que se esgrime en los tiempos que corren para tratar de dignificar una profesión castigada como ninguna por la crisis económica, pero también es cierto que esa democracia goza de mejor salud y estado de forma en función de la ética y de la defensa de valores elementales a cargo de la prensa a la hora de afrontar la información política.
Esto es clave. La responsabilidad de partidos políticos y gobiernos es mostrarse ante los ciudadanos como la mujer del César, de igual forma que la del mensajero -el cronista político y el medio- pasa en un área como esta por la salvaguarda de tres grandes principios: la defensa de la Constitución de todos, la seguridad de las personas y la imagen de país de cara al exterior, todo ello dentro de la siempre sana vigilancia al poder establecido. Valores que defiende este joven periódico, LA RAZÓN, en una línea clara y meridiana que ha sabido imponerse a la primicia a cualquier precio y al tacticismo informativo.
Cuando hace años comencé a romper zapatos pisando las alfombras de la carrera de San Jerónimo, un veterano periodista de la transición me recordaba la máxima: todo por el lector, pero por delante el interés general.
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