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La Razón
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He de confesar que entre mis preocupaciones más recientes no se ha encontrado el Brexit. En estos últimos días, tres me han quitado el sueño: la primera es lo que pasó ayer en España (con un resultado que al escribir estas líneas no puedo saber), dado que nos jugamos mucho. He hecho lo que estaba en mi mano: votar. La segunda han sido exámenes y calificaciones. Como profesor universitario y padre de universitaria, me he preocupado por ser justo (mezclado con una dosis de comprensión), y por los resultados académicos de mi hija en una carrera muy exigente y tras un año de esfuerzo sin límite por su parte. Y la tercera, en último lugar (pero no en importancia), una operación quirúrgica delicadísima a un familiar cercano y muy querido. Si lo dicen los profesionales de la sanidad, no soy yo quien para dudar de los recortes, pero he de confesar que éstos no se notan en lo que al personal sanitario se refiere: y lo digo tanto por la profesionalidad como por la pronta y delicada asistencia a los pacientes. Lo han operado en el hospital Gregorio Marañón, la unidad de cirugía torácica, ubicada en la planta tercera. Empezaré por el personal de enfermería: no sé si son muchos o pocos, pero los que se ven por la planta no paran de trabajar, explican con profesionalidad y mucha pedagogía cómo ha de prepararse el enfermo y dejan lo que están haciendo en cuanto se les pregunta por el familiar que están operando. Junto a ellos, auxiliares y personal de limpieza: impecables. Seguiré por el personal de la URPA II: sin palabras. ¡Qué atención a los ingresados en el postoperatorio y qué delicadeza con los familiares! Y termino por el equipo médico: con el doctor Carlos Simón a la cabeza (vaya pedazo de cirujano), siete horas de arte quirúrgico; unos minutos de explicación extraordinaria y un éxito más de nuestros abnegados médicos. Decir gracias sabe a poco. Espero que el sueldo de todos ellos vaya algún día parejo a su importancia social.