Alfonso Merlos

Presiones inaceptables

Hablando se entiende la gente. Sí. Pero de acuerdo a unas reglas del juego, a un marco respetuoso de diálogo, al planteamiento de unos objetivos que sean en cierta medida aceptables para las dos partes. Determinadas presiones y actitudes –broncas, sectarias, inflexibles– deben ser inaceptables. Y ése es el caso que ocupa a la Junta de Andalucía en su afán por mandar en la Catedral de Córdoba, que lleva en propiedad de la Iglesia católica desde 1236.

Se le ha metido a los socialistas entre ceja y ceja, y no van a parar. Como si no hubiera otra tarea en esa hermosísima región de España, otros problemas que neutralizar, miserias que atajar, prioridades para beneficio de los ciudadanos que abordar. ¡No señor! Toca sacar la patita anticlerical sin fundamento: porque no es verdad que la Iglesia esté ocultando -a los fieles, a los visitantes- el pasado de un monumento impresionante y Patrimonio de la Humanidad.

Las bases sobre las que Susana Díaz y alguno de sus consejeros quieren echarle la zarpa a un increíble pedazo de Historia de nuestra gran nación parte de un presupuesto equivocado. Que nuestro Estado es laico y no aconfesional. Y que los poderes públicos deben planificar, controlar, gestionar absolutamente todo. Especialmente si se trata de campos de la cultura y el arte que son incomprensibles sin la presencia y el valor y el legado del catolicismo.

A los señores de la izquierda hay que recordarles de vez en cuando lo fundamental: que mejoren los colegios, los hospitales, las carreteras, los parques de bomberos, las comisarías de Policía, los palacios de Justicia. Y que entiendan el significado y la tutela de los templos dedicados al culto como algo que concierne, por encima de todo, a quienes los levantaron. Y a quienes no entienden la vida sin la fe.