Fernando Rayón

Puertas giratorias

La Razón
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Ni es el programa, ni las leyes que deben ser derogadas, ni las decisiones a tomar en los cien primeros días de gobierno. Tanto el PSOE como Podemos han reconocido que el problema, la gran dificultad, para el pacto de izquierdas es el reparto de los ministerios. Y claro, se puede entender en el caso del PSOE, donde hay tantos y tantas que esperan acceder a un cargo en los próximos cuatro años, pero sorprende en un partido como Podemos, que tanto criticaban la casta y sus mamandurrias. Trinidad Jiménez y Elena Salgado han preferido no esperar. La primera ha sido colocada en Telefónica junto a otros compañeros socialistas y la que fuera vicepresidenta económica del Gobierno de Zapatero, y también una de las ministras más incompetentes de aquel gabinete, ha preferido el Consejo de Administración de Nueva Pescanova. Y las puertas giratorias siguen dando vueltas como el carrusel de la vida: sin parar. Por supuesto, nadie de Podemos ha criticado estos nombramientos. Ésos ya están a otra cosa: a por los ministerios, que es algo así como asaltar los cielos en versión okupa.

Cuando se describa con algo más de perspectiva esta etapa de la vida política española, los pactos de la izquierda en ayuntamientos, comunidades y Gobierno central, no se hablará tanto del ascenso de Podemos y sus partidos afines, como del suicidio del PSOE. Naturalmente, la derecha tendrá su propio capítulo, pero el camino del Partido Socialista hacia su autodestrucción desde el zapaterismo al sanchismo, pasando por Rubalcaba, merecerá uno más grueso. Tampoco hemos sido una excepción. Lo mismo pasó en Italia, Francia y otros países de la Europa occidental. Pero aquí, por aquello del retraso, nos ha tocado más tarde y ha sido más doloroso. Quizá alguien lo reproche a la corrupción y a su incapacidad para gestionar los problemas, pero la clave es otra: la ausencia de liderazgo.

Porque el problema de las puertas giratorias no es sólo que sirvan para colocar a políticos cuya competencia para el nuevo trabajo ni siquiera está demostrada, sino que hacen pensar que cualquiera vale para cualquier cosa. Y así está la vida política. Por eso, lo que ha caracterizado este último periodo ha sido la ausencia de verdaderos líderes. No tanto carismáticos, que eso sería mucho pedir, sino líderes que supieran ilusionar y llenar de esperanza el futuro incierto de los españoles.