José Antonio Álvarez Gundín
Qué debe hacer Rajoy
El pirómano iluminado acaba de incendiar su casa y, mientras las llamas se propagan a todas las dependencias, amonesta con descaro al jefe de bomberos para que actúe de urgencia. «Rajoy tiene un grave problema», dice Artur Mas al resplandor del fuego. «Rajoy no puede seguir cruzado de brazos», añade con tono impaciente al tiempo que rocía con gasolina otra habitación. Pero lo que tiene Rajoy no es un problema, sino una obligación: la de preservar la integridad de todo el edificio y de todos sus inquilinos, procurar que nadie perezca en el siniestro y acordar con el vecindario medidas más eficaces antiincendios.
Quien tiene no uno sino varios problemas graves es el pirómano. Casa Cataluña arde con la yesca del separatismo y donde antes había vigas maestras que sostenían la convivencia, el respeto de la legalidad y cierta tolerancia, ahora falta oxígeno, se multiplican las riñas, se impone el «pensamiento único» y va a más la intimidación sobre la mayoría silenciosa. Los nacionalistas han pasado de la estrategia del desacato a la táctica del choque. Eso es, precisamente, lo que Mas y Junqueras pretenden, que Rajoy entre en el incendio derribando puertas y astillando muebles para imputarle la destrucción del edificio. El mayor favor que el presidente podría hacerle es entablar una lucha cuerpo a cuerpo y ceder al impulso de partirles la cara, pues se igualaría a ellos y su victoria, de producirse, tendría la consideración de un atropello, de un abuso. La forma más eficaz de enfrentarse a los radicales no es con más radicalismo, sino con una acción política contundente y ajustada a la Ley. Rajoy es partidario de estos modales, que si bien no suscitan grandes entusiasmos, rara vez fracasan porque se atienen a la razón. Eso sí, sería de mucha utilidad que el PSOE, partido que ha gobernado España durante dos décadas, cerrara filas con él frente a los que quieren romperla. Aunque sólo fuera como expiación al pecado de haber impulsado un Estatut del que arranca el incendio, Rubalcaba tiene la obligación moral de apoyar al presidente. No es admisible que hasta hace poco tachara a Rajoy de catastrofista, «del España se rompe» y ahora le acuse de lo contrario, de no actuar enérgicamente ante la ruptura. Gobierno y oposición deben hacer causa común porque la deriva del fuego es impredecible y nuevas rachas de viento reduciría la casa a cenizas. De entrada, ya ha sido chamuscado el propio socialismo catalán. Si Rubalcaba hubiera salido el 11-S a decir «Cuente conmigo señor presidente para defender la integridad de España», se habría ganado la admiración de todo el país. Prefirió, sin embargo, la puñaladita y ponerse de perfil ante las llamas.
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