Ely del Valle

Queremos saber

Nadie puede decir que se vaya a juzgar en caliente. El «caso Faisán» lleva siete años revoloteando sin que hasta ahora hayamos podido saber qué se cocinó y por quién durante aquella jornada de teléfonos y conversaciones algo más que sospechosas entre mandos policiales y miembros de la red de extorsión de ETA. Es cierto que los seres humanos somos de memoria frágil y que el paso del tiempo es un sedante que apacigua la necesidad de saber sobre un determinado suceso. En este caso, los siete años transcurridos y el hecho de que ETA haya dejado actuar como mecenas de los titulares de necrológicas han podido atenuar el interés popular por aquel caso que no acabó con la carrera de Rubalcaba, como algunos vaticinaban pero que seguramente algo contribuyó a su histórica derrota en las urnas.

Hoy sabemos que, a pesar del chivatazo, los miembros del aparato de extorsión de ETA están procesados y que la banda terrorista se ha desinflado como un neumático podrido. Sin embargo, no hay que olvidar que la justicia no puede suavizar sus veredictos en base a un futuro que en el momento de los hechos se desconocía. Soplo, hubo; vídeos manipulados para no grabar secuencias clave, también, y otro tanto pasa con las conversaciones entre fuerzas policiales y chantajistas. Tanto si, como algunos mantienen, el chivatazo se hizo para proteger a un infiltrado, como si, efectivamente, hubo colaboración con banda armada, todos nos merecemos una explicación para algo que se nos antoja difícilmente explicable. Esperemos que la Audiencia Nacional llegue al fondo del asunto y no se limite a dejar como herencia para la Historia otro «Míster X», porque como afirmaba Benavente, lo peor que hacen los malos es hacernos dudar de los buenos, y ya es hora de que en este asunto se pongan los puntos sobre las íes.