Ely del Valle

Queremos saber (parte II)

No ha quedado visto para sentencia. Tampoco es para extrañarse. Que un juicio con toda la carga de artillería que lleva encima el «caso Faisán» se hubiera ventilado en tres días hubiera sido una hazaña antológica. De momento, pocas son las novedades que el paseíllo de Pamiés y Ballesteros ha dejado al descubierto. Los indicios de que hubo más de lo que se contó cuando se descubrió que miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado habían dado el agua a la red de extorsión de ETA siguen ahí, y no harían un mal guión para una película de serie negra con varios finales, a cuál más cinematográfico: el del poli malo vendido al enemigo; el del poli bueno dispuesto a sacrificar toda una operación para salvaguardar la identidad de un compañero infiltrado; el del poli inteligente capaz de montar una operación en falso para que los terroristas se ahoguen con su propia cuerda; el del mandamás en la sombra que no deja huella y consigue que sus subordinados carguen con el marrón; el de la guerra interna entre bandos policiales... Todo un episodio de nuestra historia reciente digna de un argumento de Raymond Chadler en el que quienes se supone que deben protegernos tienen que comparecer con las esposas puestas ante la Justicia...

De momento, lo mejor del juicio del «caso Faisán» es que nos ha descubierto a un fiscal, Carlos Bautista, que promete. Su comparación de los acusados con el alter ego de Santiago Segura, con Vito Corleone o con los GAL se han convertido en carne de titular. Su alegato final ha sido de los que dan chicha al comentario y vidilla a las tertulias políticas. Ahora sólo falta que el espectáculo concluya y que su final ponga luz a este bochornoso asunto que ya se ha prolongado en la penumbra del escándalo durante demasiado tiempo.