Restringido
¿Quiénes son y qué quiere el 15-M?
Hace mucho tiempo que las campañas electorales no causan pasión entre la gente. En la municipales del 2011 hubo una noticia que tuvo mucho más impacto y más recorrido mediático que las propias elecciones que tuvieron lugar el 22 de mayo, se trataba del fenómeno 15-M.
La última semana de campaña electoral giró en torno a prácticamente una sola noticia, la acampada de miles de jóvenes en la Puerta del Sol y sus proclamas y eslóganes de protesta contra un sistema que les arrojaba poca esperanza de futuro. Contaron con la simpatía de muchos españoles que sentían la necesidad de dar un toque de atención a los actores principales de las instituciones.
Se inspiraron en la obra «¡Indignaos!» de Stephan Hessel, que había vendido más de diez millones de ejemplares, en ella zarandeaba la conciencia de sus lectores llamando a ejercer presión sobre los gobiernos para que no cedan ante los poderes económicos.
Aquellas elecciones se saldaron con la quiebra electoral del principal partido de la izquierda política, el PSOE, y la mayoría absoluta del PP en la mayoría de las instituciones en liza.
La sensación que impregnó la opinión de los observadores es que los partidos principales que articulaban la democracia española, incluso los de menor representación, como UPyD e IU, no satisfacían las expectativas de los indignados.
Se debatió durante cierto tiempo si el movimiento 15-M acabaría en la formación de un nuevo partido político. Emergieron algunos liderazgos, como Alberto Garzón en IU pero, finalmente, vio la luz Podemos, un nuevo partido que encarnaba el ideario del nuevo movimiento. En pocos meses sorprendió electoralmente y hoy se ha convertido en un serio aspirante.
Podemos representaba la canalización política del 15-M. Sin embargo, los indignados han vuelto a convocar una concentración el día de reflexión en el kilómetro cero. Solo caben dos explicaciones, la primera es que el partido de Pablo Iglesias ya no les represente, y que la percepción es que ha pasado a formar parte de la «casta», de eso que tan desafortunadamente se ha denominado «clase política». Sin duda, esto sería una mala noticia porque, siempre he defendido que la gran aportación de Podemos a la democracia es la canalización institucional de un movimiento que no encontraba acomodo ideológico en el espectro de partidos.
Si esto no es así, y el nuevo partido, no solo nació inspirado en el 15-M, sino que sigue representándoles, sólo se me ocurre que la convocatoria tenga que ver con cierta frustración por las perspectivas electorales y, por tanto, sea un intento de influir en ellas. Aquí estaríamos ante un hecho político grave. Porque corrupción es el enriquecimiento por medios ilícitos de un responsable público y cada caso corroe los cimientos de la Democracia. Pero corrupción política no solo es eso, también es el intento de acceso al poder de manera ilícita. En democracia sólo cabe llegar al poder con los mecanismos que aseguran un proceso limpio y libre de los ciudadanos.
Hessel encarnó el espíritu de la protesta, sus ideas fueron la bandera que ondeaba en Sol, y su biografía de resistente al nazismo y de defensor de la libertad y la justicia social un acicate a la defensa de una sociedad mejor. Sin embargo, salió por la puerta de atrás del centro de los discursos de los líderes del movimiento.
Cuatro meses después, cayó sobre él una avalancha de críticas cuando se declaró simpatizante del Partido Socialista Francés y admirador del presidente Zapatero, se le repudió y dejó de ser la referencia.
Albert Rivera, otro nuevo partido, tampoco habría prestado atención a Stephan Hessel. En este caso, sus ideas no se hubiesen siquiera tenido en cuenta, porque murió con 95 años en el 2013, evidentemente lejos del corte de edad exigido en otra democracias a medida que desea Ciudadanos, el gran competidor en este momento de Podemos.
Los nuevos partidos deberían entender que la Democracia no es excluyente, que para ser justa debe ceñirse a las normas que nos hemos dado la mayoría y que el acceso al poder hay que realizarlo legítimamente.
Hessel defendía un mundo mejor, una democracia que permita vivir con dignidad, que las diferentes culturas construyan un mundo armónico. Arengaba a la lucha contra las oligarquías económicas causantes de tanta desigualdad y animaba a la participación política también con el voto. También declaró en varias ocasiones que para lograr todos estos fines no era necesario crear nuevas formaciones políticas, quizá tampoco eso les gustó a uno y a otros.
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