Alfonso Ussía

Rarezas

Admiro y respeto profundamente a Vicente del Bosque. De bien nacido es ser agradecido, y a don Vicente le debemos la suprema alegría de un Mundial y de una Eurocopa encadenada a la de Luis Aragonés. Es un hombre bueno, pausado, bien educado y un gran entrenador. Se le maltrató en el Real Madrid y no lo ha olvidado. Es decir, que también se mueve por los humanos chaflanes de la animosidad y la ojeriza. Como jugador era seguro, dotado de una clase extraordinaria y muy lento. Y me atrevería a decir que algo empecinado. Así lo veo ahora, pocas semanas antes de que principie el nuevo Mundial que se disputará en Brasil.

Don Vicente se encontró con unos jugadores españoles excepcionales pertenecientes al mejor «Barça» de la historia. La columna vertebral de la Selección de España era la de un Barcelona campeón. Y llegó el triunfo que parecía inalcanzable, el del Mundial. Han pasado cuatro años. Unos se han retirado y otros han perdido facultades e ilusiones. Ahí vislumbro su empecinamiento, y también, un cierto rencor depositado en el color blanco, que es el suyo. Florentino Pérez se precipitó negativamente e hizo caso a Valdano. Del Bosque, en la misma noche que celebraba con sus jugadores la obtención del campeonato de Liga, fue abrazado por el argentino con su peculiar hipocresía. Y le dieron boleta. De eso no tiene culpa alguna ni el Real Madrid, ni sus socios ni sus simpatizantes. Tampoco sus actuales jugadores. Pero don Vicente insiste en negar el paso del tiempo y de las circunstancias, y ha vuelto a convocar a muchos jugadores de un «Barça» que ha dejado de ser campeón y no ha ganado en esta temporada absolutamente nada, excepto el importantísimo trofeo Joan Gamper. Importantísimo para el «Barça», quiero decir. Sergio Ramos, del que he escrito en muchas ocasiones que si fuera más inteligente sería el mejor defensa del mundo, se ha convertido en el mejor defensa del mundo sin necesidad de actuar con más inteligencia. Y ahí está Carvajal, que ha hecho un final de temporada extraordinario, y es joven y fuerte. Del Bosque se ha sometido a la prensa con Casillas, despreciando a un gran portero como Diego López, que ha cumplido una sobresaliente temporada jugando bajo una presión tan insoportable como inadmisible. Pero las simpatías personales también cuentan, faltaría más, y don Vicente tiene todo el derecho a usar de ellas. Pero no a engañar al tiempo nuevo. La presencia de Chavi Hernández en la lista definitiva resulta exótica y chocante. Su trasero ha calentado mucho banquillo este año, y cuando ha salido al terreno de juego en sustitución de otro compañero, no ha cambiado nada. Se comenta que algo ha influído en su decisión Casillas, un futbolista que se vuelca con los adversarios y permite el desafecto hacia alguno de sus compañeros. Puedo estar equivocado, pero me temo que no es así. Reina, el segundo portero, juega ya con la melancolía del desaparecer. Está bien que premie a jugadores del Atlético, protagonistas de un año excepcional. Pero se me antoja injusto que esa generosidad para agasajar a quienes han dejado de ser lo que eran y a quienes han merecido su deferencia, se diluya cuando se trata de hacer justicia a futbolistas del Real Madrid. En ese sentido, la capacidad de olvido de don Vicente, está siendo excesivamente lenta.

De Gaulle dijo que era muy diferente ser el Presidente de una nación como Francia, en la que se elaboran doscientas clases de quesos diferentes. España tiene, al menos, veinte millones de seleccionadores, y sólo uno está capacitado y autorizado para serlo. Respeto al gran deportista y formidable señor del buen estilo. Pero quizá, ni él mismo, entre tanto barullo, se ha dado cuenta de que también los justos pueden caer en la injusticia cuando están mal aconsejados o se mueven por las esquinas de los malos recuerdos.