Ángela Vallvey
«ReciclArte»
Hablando con unos amigos escritores, sacamos la conclusión –que ya anticipaba el vacío casi existencial de nuestras neveras– de que los escritores en el mundo posmoderno somos seres extravagantes y que quizás deberíamos reciclarnos. Se me ocurrió montar un «Gremio de Escritores» que sirviera también de agencia de colocación de plumíferos, para repartir trabajo; ¡mucho mejor que una página web de «escorts» con domicilio fiscal poligonero! (No somos gremiales, y así nos va: otros lo hacen en nuestro nombre y recogen las ganancias). Estoy convencida de que los trabajos que puede aceptar un escritor en paro son muy sugestivos, especializados y útiles a la sociedad. Verbigracia: hay gente rica por ahí. Me consta. Lo dicen los periódicos de color salmón. Una característica de los ricos de ahora es que están ahítos de todo. Ya nada les sorprende ni estimula. Lo han comprado todo y les parece decepcionante. Necesitan emociones nuevas con las que nutrirse para tener energías que les impulsen a luchar por seguir siendo ricos. Podrían contratar escritores para que animen sus veladas. ¿Que Fulánez García del Ibex se va a esquiar a «Les Diablerets», Suiza, pero su nueva novia de 19 años no tiene mucha conversación...? Pues alquila los servicios de un escritor en paro que los entretenga a ambos mientras degustan caviar de beluga y sueñan con lingotes de oro. ¿Que Mengánez Pérez del Raudal acude a la comida familiar anual con sus hijos y su ex y no tiene nada que decirles?, pues contrata a un escritor desempleado que amenice con sus citas elegantes, cultura e ingenio un almuerzo que podría devenir en accidente múltiple... Antaño, los trovadores iban de corte en corte entreteniendo y enredando con sus poemas, noticias, canciones y propaganda política. Reciclarse así sería para un escritor volver a los orígenes. Sería «ReciclArte».
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