Julián Redondo
Rendija no, boquete
Después de una primera intervención tibia y poco afortunada, Miguel Ángel Gil Marín ha decidido romper la baraja y poner a todo el Frente, en torno al millar de socios, de patitas en la calle. El presidente del Deportivo, Tino Fernández, prosigue hacia la autodestrucción envuelto en paños calientes: el minuto de silencio en el entrenamiento, los dos partidos de clausura en el sector de los Riazor Blues y el lío de las entradas, que ya no es tal. Sugirió que a los «RB» se las facilitó el Atlético, que a su vez descubre que el Dépor fue el intermediario. Y presenta los albaranes de venta al club herculino, y un dato: 135 tiques que no pasaron por los tornos, cuyos propietarios, si no todos, eran unos que se estaban pegando, posiblemente. Resuelto el misterio de las entradas que cayeron en poder de los ultras deportivistas, queda por esclarecer el cómo pudieron llegar hasta Madrid Río sin vigilancia policial. Adquirieron las entradas en las ventanillas de Riazor y desde el club dieron el soplo a la Policía en Madrid. En la Comisión Antiviolencia garantizan que nadie les notificó ese detalle, trascendental en el transcurso de los días, el otro agujero de la rendija que se antoja boquete. Para un partido de riesgo normal, el dispositivo es de 160 polícias, entre nacionales y municipales; para uno de alto riesgo, un millar. El despliegue puede costar un dineral o, como es el caso, un muerto, fruto de la inconsciencia y el ultrasalvajismo, de la laxitud de quienes no tomaron en serio el aviso y de los irresponsables que facilitaron los pasaportes, o sea, las entradas. Ahora, lo que espera la gente de bien y el aficionado que va al fútbol a divertirse, es que quienes organizaron la tragedia pasen un tiempo a la sombra. También la Fiscalía está por la labor y persigue de manera inequívoca el escarmiento.
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