Ignacio González
Renzi, Rohani y los desnudos
La reciente firma del acuerdo entre el régimen iraní y EEUU para levantar las sanciones económicas a cambio de para su plan nuclear y el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU al mismo, ha supuesto el restablecimiento y el impulso de sus relaciones internacionales con Occidente, que se ha visto plasmada en la gira que el presidente Rohani ha hecho a distintos países europeos para estrechar lazos comerciales.
La primera de esas visitas ha tenido lugar a Italia, fruto de la cual se han alcanzado acuerdos comerciales por valor de 17.000 millones de euros. Más relevancia que estos importantes acuerdos ha tenido el hecho de que el Gobierno Italiano tapó con sábanas las estatuas desnudas de los grandes genios de la escultura que se encuentran en los Museos Capitolinos para no enojar a su ilustre visitante.
Ante el debate generado por este inconcebible hecho se ha justificado que tal desatino fue debido a una petición del gobierno iraní que fue aceptada por el gobierno italiano para "no enojar a su líder con motivo de esa visita". Posteriormente el Presidente Rohani compareció en rueda de prensa para señalar que "no había exigido nada de esto, ni él ni su delegación"y por tanto, se trató de una decisión del Gobierno italiano. La patética situación se ha dejado correr como un mero incidente diplomático sin mayor relevancia.
La siguiente escala ha sido en Francia donde el Presidente Rohani ha visitado al Presidente Hollande. En este caso no ha habido visita a Museo alguno que exigiera medidas tan esperpénticas como las de Italia. Pero lo que parecía un viaje oficial más, con pleno respeto a las tradiciones y costumbres del país visitado, se ha vuelto a torcer por una exigencia que, ahora sí, se ha reconocido como tal por la delegación iraní. Y no es otra, que la exigencia iraní de que no se sirviera vino en la cena oficial prevista con el gobierno francés, lo que, ante la negativa de éste, ha provocado que se eliminará dicha cena.
No sabemos si ello se ha debido a una determinación del gobierno francés en defensa de lo propio, o si estaba ya advertido por lo ocurrido con Italia. En cualquier caso, el resultado es que, al parecer, la "grandeur"se ha impuesto al complejo de la izquierda, muy extendido en Europa, con ese falso progresismo de estar con los que limitan los derechos, las libertades, los anti sistema, los que apoyan cualquier religión siempre que no sea la católica. Muchos piensan que se debía a una equivocada posición romántica, pero ahora sabemos que, en muchos casos, se debe al previo pago por parte del régimen iraní a estos movimientos para desestabilizar nuestros sistemas, y que alcancen el gobierno.
Lo grave no son los hechos ocurridos, -que en si mismos podían ser anecdóticos-, sino lo que se esconde en las conciencias de muchos ciudadanos y responsables políticos europeos, y lo que está en la conciencia y en la determinación de estos movimientos. Y esta es una cuestión clave para explicar por donde va esta guerra soterrada entre Oriente y Occidente, entre el islam y el cristianismo, y los avances de unos y los retrocesos de los otros.
Cualquier delegación de cualquier país occidental que viaje a Irán sabe que es una exigencia del régimen de los Ayatollahs que las mujeres vayan con todo tapado y llevar un velo que les cubra la cabeza. Y no hay ninguna concesión. Como saben también que no cabe la posibilidad de que haya vino en las comidas oficiales, y a nadie se le ocurre exigir que lo haya o suspender la comida en caso contrario.
Y no vale eso de que nosotros somos más liberales, más abiertos, más demócratas, más tolerantes. Gran error. Lo que somos es grandes acomplejados, que pretendemos ocultar en esos argumentos la falta de determinación necesaria para defender nuestros principios y valores, sabiendo que, si no son superiores, al menos son tan válidos como aquellos.
Y lo mismo ocurre con algunos de los problemas que hoy padecen nuestros países y con las actitudes que estamos viendo. Lo que hay detrás de muchos de los atentados terribles que hemos sufrido y seguimos sufriendo son personas que se han introducido, o incluso nacido, en nuestras sociedades, que se niegan a aceptar nuestros principios y valores y nuestras normas de convivencia, y que quieren acabar violentamente con ellos, e imponer otras creencias y otros sistemas que vulneran claramente los derechos y libertades de las personas, que suponen un retroceso aterrador respecto de lo que hemos logrado en estos últimos siglos.
Lo mismo esta detrás de la actitud de aquellos que atacan de manera sistemática nuestro sistema social, político y cultural mientras se financian de estos regímenes, que reconocen abiertamente que ese apoyo financiero se dirige a apoyarles para que difundan sus regímenes y defiendan sus valores, ocultando la realidad de lo que hay detrás de los mismos y evitando hablar de sus aspectos más negativos y terribles: discriminación de las mujeres, condena a homosexuales, restricción de libertades, etc
Frente a nuestra actitud pusilánime, la suya es pétrea y audaz, sin fisuras y sin complejos, con una determinación que no está dispuesta a detenerse por nada ni por nadie, y que no sólo no les produce ningún complejo, sino que alardean de ella como si fuera la única verdad posible en la tierra.
La actitud de Renzi ha sido bochornosa. La de Hollande más digna. Pero ninguna de las dos debe desviarnos del problema de fondo. O nos defendemos y lo nuestro con la misma determinación con la que lo hacen ellos, sin concesión alguna, o acabaran con nosotros y lo nuestro. Empecemos por exigir reciprocidad en nuestras relaciones como condición previa. Y ni un paso atrás.
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