Restringido

Repaso a los nuevos partidos

La Razón
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Fernando Savater, un intelectual con buen criterio, acostumbrado a manejar los argumentos éticos, sale a pecho descubierto a defender la pervivencia de Unión Progreso y Democracia, el partido de Rosa Díez, frente a los que lo dan por liquidado. Se queja el intelectual, con una cierta amargura, del desdén de los medios hacia esta fuerza política, a pesar de haber mostrado en estos años de vida una brillante hoja de servicios institucionales y ser la única sin procesados por corrupción en sus filas. Sólo se la ha tenido en cuenta, lamenta, cuando le ha estallado dentro la crisis y las deserciones. Es comprensible la amargura de Savater y encomiable su arriesgada actitud en las presentes circunstancias. Pero la irrupción y la caída de UPyD, desplazada hacia la inanidad por otras ofertas nuevas e impetuosas, no hace más que confirmar la volatilidad política en España (y en otros países de democracia bipartidista consolidada) de las fuerzas nuevas, aunque irrumpan éstas tocando los cascabeles, se pongan de moda y alteren momentáneamente la rueda de las encuestas. Al final, tienen que conformarse, hasta ahora, con hacer de bisagra o soporte, como está ocurriendo estos días en Andalucía en un mercadeo clásico.

Las dos nuevas fuerzas de moda, Ciudadanos y Podemos, nacen catapultadas por un fuerte impulso emocional de cambio de ciclo por las duras consecuencias de la crisis económica y el desprestigio de los partidos tradicionales, erizados de casos de corrupción. Pero las emociones populares acostumbran a ser pasajeras. Basta con que cambien las circunstancias. De ahí el empeño de Mariano Rajoy en convencer a sus electores más desengañados de que las cosas están arreglándose y de que vienen tiempos mejores. Los nuevos, más que partidos, son todavía nebulosas, sobre todo Podemos, sin estructura suficiente, sin solidez y con un programa líquido: variable y acomodaticio. «Cambia según las encuestas», ha dicho de él Albert Rivera. Es, más que nada, según Rivera, un partido «demoscópico». Pero en baja, según las encuestas. Su programa, recién presentado, es, en efecto, vago, etéreo y de él se han eliminado las machadas del principio. Pablo Iglesias, por su parte, acusa a Ciudadanos de ser el recambio, no el cambio. Y ahí siguen, enzarzados entre ellos. «Nuestras visiones son antagónicas», ha aclarado el de C’s. Ya lo saben los desengañados del PP y del PSOE. No da lo mismo votar a uno o a otro de los nuevos. Son antagónicos y están construyéndose. En esto, Ciudadanos lleva ventaja, tiene más consistencia, pero mira lo que ha pasado con UPyD. Será probablemente un buen partido-bisagra. Puede que a Savater no le falte razón.