Alfonso Ussía

Robincito Jús

Nuestro Robincito Jú nos ha demostrado que estábamos equivocados los que dudábamos de su preparación intelectual. El asaltador de tierras ajenas y supermercados, así como ilustre ocupante de asientos de Primera Clase en sus vuelos oceánicos, ha puesto con sus atinadas palabras a Europa en estado de alerta. Robincito Jú ha perdido la timidez original del localismo, y a fuerza de viajar de gorra ha adquirido un hondo conocimiento de la política internacional. Antaño recibía tan sólo a los etarras, con los que se fotografiaba orgulloso y retador. Ahora, sus brazos están abiertos a todos los que luchan por recuperar los principios y valores del comunismo.

Hace años recibió una subvención de 250.000 euros de la Junta de Andalucía para construir viviendas sociales y todavía no ha encargado ni los planos, pero ello hay que interpretarlo como una honesta dejación, un honroso despiste, que afecta directamente al proyecto no iniciado y a la subvención no devuelta, lo cual no puede poner en duda la belleza interior del receptor de la pasta gansa.

Tenía de Robincito Jú una idea predispuesta a la lejanía. Mucho ruido y pocas nueces. También, debo reconocerlo, se me antojaba un luchador por las libertades inmerso en la contradicción de su estética. Robincito, por mucho calor que haga, se adorna de continuo con una bufanda palestina. Por un lado, combate por la libertad, y del otro defiende a quienes consideran a las mujeres seres inferiores y condenan a muerte a los homosexuales, pero tampoco hay que exigirle una firme coherencia a quien tan poco tiempo lleva dedicado a la política internacional. Y la verdad, sus violaciones de las propiedades privadas y sus hurtos en los supermercados, me han parecidos más orientados a la publicidad gratuita que a la eficacia social y solidaria, como ellos gustan decir.

Tiene ahora la intención de crear un «Banco de Tierras», pero no nos ha explicado en qué consiste el negocio. Espero que le hayan explicado que los infinitos olivares de Jaén, de Córdoba, de Málaga y Granada, no pueden entrar como bienes usurpados en su nuevo Banco, porque se van a enfadar con él los italianos, que son los que compran nuestro oro verde para embotellarlo en botellitas de diseño con la inscripción «Made in Italy». Puede ser que su proyecto se resuma en las fincas de caza, cuya práctica garantiza decenas de miles de jornales en Andalucía, actividad a la que es muy aficionado su lugarteniente Cañamero, uno de los mejores y más temidos –por las perdices–, cazadores de la comarca del Coronil. No obstante, lo fundamental es que nos explique de qué va ese «Banco de Tierras», porque en los últimos años los rendimientos y movimientos sociales de nuestro Robincito Jú han tenido menos consecuencias que el cuesco de un jilguerillo.

Pero ha aprendido a hablar. Eso sí. Se ha pulido. Se ha esmerado. En sus viajes en Primera Clase a Caracas y La Habana ya no pide a las azafatas «bolita grize de Ruzia», sino caviar. Y sus experiencias más allá de Marinaleda le han proporcionado un fundamento cultural y parlamentario de exposición y dicción exquisitas.

Nadie, que no domine a la perfección los intríngulis del lenguaje, es capaz de sintetizar con tanta soltura sus discrepancias con Europa:

«Que la Europa de los mercaderes se vaya al coño de su puta madre». Así, sin ninguna falta de ortografía. El gran líder.