Economía

Rodrik y Cataluña

La Razón
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En las universidades y escuelas de negocio se enseña que el mundo es globalizado, que la información nos puede desbordar y que no tiene fronteras. Hoy, cualquiera de nosotros, en un par de días, puede obtener tanta información como toda la humanidad junta desde el origen de los tiempos hasta el año 2003.

Lo grandes retos del futuro del siglo XXI se centran en los nuevos polos económicos y de poder, el auge asiático, la respuesta del continente americano y si el milenio será por fin, el de África.

Europa, con poco más del 7,5% de la población mundial y, además, la población más anciana del mundo, deberá repensar su futuro. El continente referencia de la modernidad, la cultura y la vanguardia tecnológica y cultural está a punto de pasar a formar parte destacada de cualquier museo.

En ese contexto, es incomprensible el auge de los nacionalismos. Dani Rodrik, economista de Harvard, plantea una interesante cuestión: debemos elegir dos de entre estos tres conceptos: globalización económica, democracia política o soberanía nacional.

No es posible un mundo hiperglobalizado, con democracia y soberanía de los estados, todo al mismo tiempo y con la máxima intensidad.

Sólo podemos aspirar a dos de los tres conceptos. Si optamos por tener globalización y democracia política a escala global, con reglas e instituciones para una nueva gobernanza, sólo puede hacerse renunciando a la soberanía nacional.

También podemos aspirar a mantener nuestra soberanía nacional intacta, con un sistema político de democracia, pero el precio a pagar sería estar encerrados en la autarquía.

La última de las combinaciones posibles es estar plenamente integrados en la lógica de la globalización económica, manteniendo un alto nivel de control político nacional, pero el precio es nada menos que la democracia.

El Tribunal Constitucional ha vuelto a suspender la convocatoria para el año 2017 del referéndum de independencia promovido por el gobierno de la Generalitat de Cataluña.

El nacionalismo separatista catalán se sitúa de manera periódica en la picota informativa. El conflicto político que se genera con cada brote se resuelve con la intervención del poder judicial, en este caso el Tribunal Constitucional, pero la herida permanece abierta y preparada para volver a sangrar con un nuevo apretón.

Sin embargo, es difícil de entender como algo tan antiguo y anacrónico como las ideas nacionalistas se extienden con tanta facilidad. En realidad, siguiendo a Rodrik, apostar por una Cataluña independiente es lo mismo que desconectarse del mundo o, en su defecto, renunciar a los valores democráticos del funcionamiento de la sociedad.

Cuando los debates van cargados de demasiada víscera, siempre es en detrimento de la razón. Los separatistas han renunciado a la racionalidad, el sentimiento del apego a la tierra lo convierten en algo con más fuerza que todo lo demás.

Los que no creemos en fronteras, ni en denominaciones de origen, los que no estamos dispuestos a renunciar a vivir en democracia, ni a vivir un mundo global, más grande y, a su vez, más cercano, no debemos cometer el error de apelar sólo a la razón.

Los sentimientos hacen que las personas tengamos conductas que se sitúan fuera de la expectativa racional. El ser humano es capaz de actuar de manera horrible por ideas, por honor, por sentimiento de culpa o de temor, aunque tales acciones se repudien con la racionalidad.

Los intereses cortoplacistas de la derecha nacionalista centralista, que emprendían campañas contra Cataluña como la del boicot en los supermercados, la indefinición política de aquellos sectores de la izquierda que se agarran a la consulta para no perder su cuota de mercado y la ausencia de un discurso de unidad, no centralista y desde los sentimientos, hace difícil la solución del problema catalán. Hay que cambiar las coordenadas de navegación porque aún estamos a tiempo.