Alfonso Merlos
Rojos y negros
¡Ya estamos todos! Era más que previsible que la deriva de la cadena independentista promovida por proetarras fuese pegando los coletazos que está pegando. ¡Qué indignidad! ¡Qué humillación! Para las víctimas del terrorismo, desde luego. Para los que creemos en España y en nuestro sistema de derechos y libertades. No era suficiente con que los esbirros de la alianza Bildu-Sortu-Amaiur se echasen a la calle para erigirse en damnificados mayores del opresor régimen establecido por la Constitución. Ahora resulta que quienes no han hecho sino mostrarse insensibles ante ETA reciben el apoyo caluroso de la extrema izquierda, crecida y ensoberbecida (pero tan equivocada y obtusa como siempre) tras el 25-M. En efecto. Lo peor de cada casa se junta en una cadena que representa lo más bajo de nuestra sociedad, lo más vil de nuestra política. ¡Y tiro porque me toca! Porque estos lacayos de la violencia no buscan otra cosa que no sea provocar, desafiar, la sedición, subirse a la chepa del Estado de derecho, torear a los ciudadanos cuando no burlarse directamente de ellos. Seguramente es posible dañar en mayor grado a nuestros compatriotas, en este caso de vascos y navarros; pero no debe de ser nada sencillo. Porque quienes nos lesionan están en la idea fija de lastimar nuestra conciencia nacional, debilitarla hasta el extremo, anularla. Los compinches de ETA con el agitador de la Complutense erigido en líder de masas después de dar un par de charlas en herrikotabernas. ¡Vaya cuadro! Y vaya fracaso el que tienen asegurado.
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