Francisco Marhuenda
«Sánchez, el político más resistente de la Galaxia»
En ocasiones me asombra comprobar la ingenuidad de algunos periodistas y políticos. Es lo que me sucede cuando alguien cree que Sánchez no agotará la legislatura. El sábado lo dejó muy claro, pero incluso era una afirmación ociosa conociendo al actual presidente del Gobierno. Es, sin lugar a dudas, el político más resistente de la Galaxia e incluso me atrevo a afirmar que del Universo. Y no es una ironía. No es difícil conocerlo e incluso no me cuesta asegurar que es una persona de trato afable. Todos los años me ha deseado un buen año nuevo y en esta ocasión no ha faltado a su cita. Por ello, una vez más me complace reafirmarme en mi percepción sobre un político que aguanta bien las críticas e incluso las bromas que en ocasiones le dedico. No todos los políticos tienen ese aguante. Ni una sola vez, incluso cuando he sido más duro, ha dejado de mostrar una exquisita educación y hemos podido conversar con una razonable confianza.
Es evidente que considero que se equivoca con su línea de actuación frente al desafío independentista y que le ha costado, y le costará, un castigo electoral muy duro, porque la inmensa mayoría de españoles no entiende su empecinamiento. Nadie puede decir que no me guste el diálogo, creo que es un valor fundamental en todo momento y sobre todo en la vida pública, pero lo que ha sucedido y está sucediendo en Cataluña es tan grave que no cabe ningún diálogo que pueda ser aprovechado por los independentistas en su delirante estrategia para destruir España. La deriva que han adoptado solo permite mostrar firmeza en la defensa de los valores constitucionales. En este caso, desgraciadamente, hablando no se entiende la gente, porque no quieren dialogar y rectificar sino imponer una vía de ruptura que, de momento, ha roto la convivencia en mi tierra y ha creado una brecha que tardará mucho tiempo en repararse.
La calidad y objetivos de las formaciones que apoyan a Sánchez ponen de manifiesto que se equivoca manteniéndose a cualquier precio en La Moncloa. Una cosa distinta sería que su socio fuera Ciudadanos e incluso si fuera Podemos, con quien mantengo enormes discrepancias, pero estamos hablando de los bilduetarras y los independentistas. Y no hay que olvidar que antes de conseguir el poder tenía una visión diametralmente opuesta sobre cómo afrontar el desafío independentista. No es bueno gobernar con el único objetivo de mantenerse en el poder, porque estos tiempos tan complicados e inciertos hacen necesario que contemos con políticos con visión de Estado.
No hay que descartar que la coalición de la moción de censura incluso apoye el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2019 si reciben una copiosa gratificación, aunque es algo intrascendente para determinar la fecha de conclusión de la legislatura. Los independentistas están convencidos de que sea cual sea la sentencia del Tribunal Supremo sus líderes serán indultados y que la única prisión que conocerán será la preventiva. Es una convicción que se extiende, también, entre los magistrados y fiscales del Supremo, porque consideran que Sánchez hará esta concesión para garantizarse una segunda legislatura. El colofón de ello será un nuevo Estatuto de Autonomía que complazca sus pretensiones. Y seguiremos caminando con paso firme a una desconexión, porque el Estado acabará siendo totalmente inexistente en Cataluña.
La resistencia de Sánchez tiene un coste enorme y me encantaría equivocarme. Lo razonable sería restaurar el ordenamiento constitucional en Cataluña e impedir que su gobierno actúe como si lo fuera de un Estado libre asociado que es lo que actualmente sucede. Los desafíos son permanentes y el Gobierno mira hacia otro lado. La Cataluña interior está perdida y los constitucionalistas se sienten abandonados. La Delegación del Gobierno se ha convertido en una institución que roza el patetismo y cuya utilidad es un auténtico arcano. Es incomprensible su sumisión como si fuera, simplemente, la “embajada” de un país extranjero. Nadie se la toma en serio. La historia nos demuestra que los independentistas sólo entienden la firmeza del Estado y la aplicación de las leyes mientras que aprovechan cualquier debilidad para avanzar en su objetivo de destruir España. Y lo peor es que el presidente del Gobierno crea que hemos mejorado. Una mentira un millón de veces repetida nunca se convertirá en una verdad. No es más que otra fake news.
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