Alfonso Ussía
Sánchez Mature
El actor más cursi de la época dorada de Hollywood fue sin duda –hay estudios científicos al respecto y disponibles a consultar– Victor Mature. Además de actor, era un gran amante del moreno solar. Su torso desnudo bronceado gustaba mucho, al menos a los directores de sus películas. Y tenía tetas. Los censores del régimen anterior se toparon con un problema inesperado. El pecho desnudo de las mujeres estaba prohibido. Pero llegó Mature representando a Sansón, y un encargado de la censura cinematográfica dejó escrita la siguiente perla. «Los pechos de Sansón resultan a todas luces pecaminosos y desproporcionados». No sabía el censor que años antes, el gran Groucho Marx había coincidido con su interpretación. «No puedes esperar que el público se interese por una película (Sansón y Dalila) en la que las tetas del protagonista (Victor Mature) son más grandes que las de la primera actriz (Hedy Lamarr)». Bob Hope coincidió con Marx: «Soy muy amigo de Victor Mature, pero no podría ir a la playa con él. Ante sus pechos, siempre se duda». Pero Mature tenía una cualidad nada común en el mundillo del cine. La sinceridad y la capacidad de autocrítica: «No soy un buen actor, y tengo sesenta y cuatro películas para demostrarlo». Mature aprovechó su turgencia mamaria para ganar el dinero que le permitiera disfrutar de sus grandes aficiones. El golf y tomar el sol en «Topless» y minibraguillas náuticas. Hedy Lamarr, después de «Sansón y Dalila» experimentó, durante una larga temporada, el llamado «desconsuelo de la planicie».
El héroe de los militantes en España, Pedro Sánchez, gran conocedor y especialista en playas, tomó una decisión valiente poco después de recibir en su culo la patada final de sus compañeros socialistas. El único que se ha mantenido a su lado es Iceta, el gordín del PSC, que casualmente tiene más tetas que Victor Mature, aunque no las muestre con la generosidad del actor de Hollywood. Se intuyen, cuando baila, más fofas y de menor calidad que las del actor americano. La valiente decisión de Sánchez fue la de viajar a Los Ángeles y Malibú para endulzar la amargura cruel del fracaso. Durante el verano, junto a su esposa, recorrió todas las playas del Mediterráneo español, con su «no es no» presente hasta en los tubos de crema de protección solar. Me informan los militantes que a su vuelta de Malibú no tuvieron la oportunidad de aclamarlo como tenían previsto. Los militantes acudieron al aeropuerto «Adolfo Suárez» de Madrid, pero no reconocieron a Sánchez. Un militante advirtió en un pasajero acompañado por una mujer rubia cierto parecido con Pedro Sánchez, pero un compañero de militancia le sacó del error con iracundia contenida: «¡De acuerdo, algo se parece, pero nuestro líder no es negro!». Y el viajero que llegaba pasó desapercibido, tomó un taxi, y no recibió aplauso alguno. Y era Sánchez.
Sucede que era un Sánchez Mature, un Sánchez moreno subido, un Sánchez con la piel oscurecida por la sal y el sol de Malibú. Después de siete días entre Los Ángeles y Malibú, Sánchez volvió irreconocible. Además, y según otro militante presente en Barajas, el señor negro acompañado de una mujer rubia que salió de la sala de equipajes empujando un carrito rebosado de maletas, en lugar de «no es no» mascullaba un «yes es yes» que no concordaba con la pasada contundencia del héroe.
«No puede ser nuestro Sánchez, porque nuestro Sánchez no habla inglés». Y harta de aguardar sin premio, la militancia abandonó el aeropuerto al lento paso del abandono.
No ha aparecido ni por la sede de Ferraz ni por el Congreso. Y para colmo, ha llegado el otoño y no puede mantener su intenso bronceado en la terraza de casa. Cuando los inconvenientes se reúnen por la casualidad, los males aumentan. Me preocupa su futuro. Cuando pase de Victor Mature a Sánchez a secas, le aguardará un escaño a media ladera en el Congreso, una ubicación que no le convence. Y eso sí, será reconocido por los militantes que no viajan a Los Ángeles o Malibú cuando las cositas les salen mal. No tiene la humildad de Victor Mature, su predecesor en la recepción de los rayos solares. No obstante, y con el fin de no entristecer a la militancia, otras playas le esperan con los chiringuitos a su disposición.
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