Toni Bolaño

Sant Jordi y el dragón

H oy es Sant Jordi. Las rosas y los libros nos darán un respiro. Viviremos una jornada pseudo-festiva con miles y miles de personas por las calles –agobios incluidos– y nos inhibiremos del mundo real. Para colmar las mieles del día acabaremos viendo al Barça frente al Bayern en la semifinal de la Champions. Si gana, el Sant Jordi 2013 acabará en una suerte de orgasmo social- intelectual-sentimental. Dejaremos de lado los problemas y, a pesar de la insistencia de los partidos en declaraciones múltiples y variopintas, orillaremos también la rutina de la política catalana incapaz de marcar una hoja de ruta ni a corto, ni a medio y, mucho menos, a largo plazo. O sea, constataremos que, hoy por hoy, no tenemos a mano ningún Sant Jordi que se enfrente con ese dragón moderno que nos atenaza en nuestra vida cotidiana.

En seguida, volveremos a la realidad. El jueves la EPA nos apuntará un nuevo récord de paro y sin perspectivas de salir del pozo. No será de extrañar si tenemos en cuenta que las inversiones extranjeras han caído en Cataluña en un 13,9% durante el año pasado y que la desinversión o el cierre de empresas foráneas durante 2012 subieron un 157,9%. Si a esto le sumamos que desde julio pasado las exportaciones se ralentizan porque se resienten de la crisis de nuestros socios europeos, y que las inversiones catalanas en el extranjero caen respecto a 2011 un 54%, el sombrío panorama volverá a reinar en la vida cotidiana del catalán de a pie.

Mientras nuestra política seguirá vagando errante por el debate soberanista. Sin presupuestos y sin socio para aprobarlos, el gobierno de Mas seguirá haciendo equilibrios en la cuerda floja mientras la cuerda interna se tensiona. Por un lado, unos abogarán por seguir adelante forzando el fracaso total, el choque de trenes, con el gobierno de Rajoy. De esta forma, se podrán –auguran– unas elecciones de carácter plebiscitario que suplirán la nonata consulta. Por otro, están los que quieren atemperar la situación y alargar los tiempos. En este escenario, los partidarios de evitar descarrilar piden a Mas gestos inequívocos que subsanen lo que califican el gran error del president anunciando su retirada de la política. Quieren que Mas haga visible su continuidad al frente de CiU para cortar de raíz las cuitas internas de los que han entrado en carrera sucesoria. Algunos, el dragón lo tienen en casa.