Marta Robles
Se acabó el buen rollo
Como era de esperar, el reencuentro de los padres de Asunta en los tribunales, ahora que ya parece evidente su responsabilidad en la muerte de su hija, ha carecido de la complicidad previa. Si antes parecían de acuerdo en todo, ahora, que ya resulta prácticamente imposible que nieguen su implicación en los hechos, ya se empieza a ver que ambos quieren salvarse de la quema, cueste lo que cueste. El primer paso en ese camino hacia culpabilizar al otro, tan típico en connivencias criminales, lo ha dado Alfonso Basterra, quien ya ha dejado claro que los tranquilizantes que acabaron con la vida de la pequeña pertenecían a su ex pareja. A partir de ahora, lo que se prevé es el despropósito. Aunque ¿existe alguno mayor que el de que unos padres luchen hasta conseguir adoptar a un niño y años más tarde les estorbe tanto como para querer deshacerse de él? Aún no se han atado todos los cabos y parece que esclarecerse el caso llevará meses. Pero la sombra del egoísmo y el dinero planean sobre esta historia de crueldad máxima, en la que una ex pareja se junta puntualmente para acabar con la vida de su hija. ¿De quién fue la idea? ¿Tal vez de Rosario, ya separada de su pusilánime marido, con un amor nuevo y sin ganas de atender a su hija? ¿O quizás de Alfonso, que siempre siguió cerca de su ex mujer y de su hija, más por dinero que por amor? Lo curiosamente macabro del asunto es que sólo el ánimo criminal hizo posible su reencuentro. Pensar en pagar por él ha acabado con su buen rollo.
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