Toni Bolaño
Se refugia en el «no sabe, no contesta»
Durante cuatro horas y cuarenta y cinco minutos compareció Artur Mas, en la comisión de investigación sobre la corrupción y el fraude fiscal que acabó en rifirrafe con la líder del PP Sánchez-Camacho. Se tomó su tiempo en las respuestas. Utilizó un tono explicativo y reflexivo, con un punto de victimismo del que se ve «obligado a comparecer», porque quieren –la oposición– «erosionar su imagen», como comentaba una diputada nacionalista. Cuando la comparecencia se hizo inevitable se aprestó a rendir cuentas de forma rápida porque «tiene arrestos» y para «dar respuesta puntual a todas las acusaciones». Sin embargo, Mas se ha dado prisa para evitar comparecer después del día 27, en el que se sentará en la misma silla el ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. No fuera a ser que Pujol dijera algo comprometido.
De explicaciones pocas. Justificaciones, todas. Reconoce la existencia de la cuenta de su padre en Liechtenstein, pero afirma que no cobró la herencia. A Lluís Prenafeta, hombre fuerte de Pujol durante años, apenas le conoció, aunque trabajó con él en la promoción exterior de Cataluña y lo fichó un primo hermano suyo para trabajar en sus empresas. Se escudó en el trámite judicial del «caso Palau de la Música» para eludir explicaciones –el caso está a punto de cumplir siete años de instrucción después de un desfile de jueces en el caso– y afirmar, eso sí, que en caso de culpabilidad su partido devolverá todo el dinero. Ni palabra sobre la asunción de responsabilidades políticas que, a tenor de su declaración de hace un año y medio, sólo las tiene el que fuera tesorero de la organización, Daniel Osácar. Tampoco dijo que Osácar entró en la ejecutiva de CDC a petición de Mas y que había sido su secretario particular.
En el «caso de las ITV» ni mencionó a Oriol Pujol en su intervención. Pasó por alto que era el portavoz parlamentario y secretario general del partido cuando sucedieron los hechos. Circunscribió el «caso Pujol» al entorno familiar y se limitó a desconocer que los negocios del clan se hacían a la sombra del partido y de un gobierno en el que Artur Mas ha sido conseller de Economía, Obras Públicas y conseller en cap, así como secretario general y presidente del partido. Su amnesia se sustenta en que «las contrataciones no las hacen los políticos». Defendió su papel en la deslocalización de Sony, Yamaha y Sharp, aunque su brillante gestión acabó con más de 500 trabajadores en la calle. Lo peor es que la investigación judicial afirma que Oriol Pujol cobró por ello. Muy parecidos estos casos a lo que sucedió con la multinacional Lear. Oriol Pujol, secretario general de Industria en la época, quería evitar la deslocalización. Fracasó. Su hermano Josep asesoraba a la empresa para irse a Polonia. Ganó. 1000 trabajadores perdieron su empleo. Oriol Junqueras ni tan siquiera estaba en la sala, aunque forzó su comparecencia. Fue el único ausente. Quiere desangrar a Mas con la corrupción. Mas sabe que es su talón de Aquiles. Su «estoy vivo físicamente, no sé si lo estoy políticamente» es todo una predicción.
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