M. Hernández Sánchez-Barba

Secesión

El desarrollo desigual de los Estados norteamericanos no constituye una fatal referencia a la economía financiera y productiva, sino más bien respecto a la actitud en relación a la esclavitud y al gran tema de su abolición, unido en torno al año 1848 al problema de formar un gobierno civil para el gigantesco territorio anexado de la república de México, junto al descubrimiento de oro en el Valle de Sacramento que originó en 1849 la fiebre del oro cuando se extendió la noticia, con la movilización de hombres que abandonaron lo que estuvieran haciendo y corrieron desde todos los lugares del mundo a California, creando una población.

En marzo de 1849 juró como presidente el general Zachary Taylor. La controversia sobre la esclavitud se había complicado con varias cuestiones que creaban una situación política confluyente acerca de la gran diferencia sobre dicha cuestión entre los norteños que demandaban la abolición de la esclavitud en el distrito de Columbia, mientras los sureños pedían una ley que detuviese a los esclavos fugitivos. Todo lo cual confluía en el problema que ponía en peligro la Unión. Además de acentuar el regionalismo y la falta de conocimiento político de Taylor, se evidenciaron en un propósito de simplificar problemas complejos, alentando a California y Nuevo México para formular su respectiva constitución y solicitaron su admisión como Estados de la Unión, decidiendo sobre la esclavitud. Se produjo una dura denuncia en el sur, pues la admisión de California y Nuevo México cambiaba el equilibrio regional en el Senado.

A finales de 1849 el sur ya presentaba un movimiento secesionista, sobre todo en Carolina del Sur y Misisipi, los dos Estados con mayor población negra. El compromiso de 1850 convertido en ley se recibió con alivio y originó una bajada de tensión, pero la solución, con toda evidencia, no podía darse mediante un acuerdo de compromiso. La estructura global era tremendamente compleja, de regionalización económica. Desde comienzos del siglo XIX el algodón es el cultivo principal en el sur y el desarrollo está ligado al proceso de la revolución industrial inglesa. Durante más de sesenta años la exportación llega íntegra a Liverpool. Desde 1860 se diversifica con Europa continental y regiones septentrionales de Estados Unidos. La mano de obra negra esclava era absolutamente fundamental para sostener la producción del «Reino del Algodón» (Cotton Kingdom) que cubría en un alto porcentaje el presupuesto federal de los Estados Unidos. Pronto se acusó la diferencia entre norte y sur. Esta última, zona de plantaciones y de esclavos negros, asentamiento de una rica burguesía de la cual surgieron las minorías dirigentes; la tendencia a la aristocratización muy visible en el sur no estuvo ausente en el norte. En lo que en definitiva fue una nación se estuvo formando una sociedad de comerciantes cuya nota más distintiva fue la rivalidad y la competencia entre Estados.

La tensión política entre el partido republicano y el demócrata en las elecciones presidenciales de abril de 1860 se había transformado en la tensión entre la Unión y las regiones, y la plataforma de Chicago concedió de forma específica el derecho de cada Estado a controlar sus propias instituciones internas, lo que suponía un reconocimiento de que el gobierno federal carecía de poder para interferir en la esclavitud de los Estados. Los republicanos eligieron a Abraham Lincoln y cuando tomó posesión de su cargo, siete Estados, todos del bajo sur ya se habían separado de la Unión. Carolina del Sur, semillero de secesión, fue el primer Estado en irse. El 20 de diciembre de 1860 una convención aprobó, sin un voto en contra, una Ordenanza de Secesión que disolvía «la Unión que ahora subsiste entre Carolina del Sur y otros Estados»; en los dos meses siguientes, otros seis Estados algodoneros siguieron el ejemplo. Los motivos de secesión se centraron casi en exclusiva en la esclavitud. La secesión se basaba en la doctrina de los derechos estatales, que sostenía que la Unión era un pacto entre Estados soberanos. No tenía nada de revolucionario pues la secesión era un derecho constitucional; tampoco ninguno de los Estados secesionistas tenía el propósito de independencia, sino el sueño de una Confederación.