Cástor Díaz Barrado
Sentido común
No es infrecuente que algunos actores de las relaciones internacionales exageren las formas y recurran al alarde para la defensa de sus intereses. Nada hay más ventajoso, en ocasiones, que crear estados de confusión y, con ello, debilitar las posiciones del adversario. Muchas veces, falta sentido común en las relaciones internacionales y se echa mucho de menos que se asuman posiciones claras y contundentes. Quienes aspiran a ocupar un lugar en la sociedad internacional se esfuerzan, con frecuencia, en tensar las situaciones y en lograr por la vía de la provocación los objetivos que pretenden alcanzar. En los últimos días hemos tenido, sin embargo, dos muestras muy significativas de verdadero sentido común y ello nos hace pensar que las relaciones internacionales no están tan inacabadas como cabía esperar. La decisión del Gobierno alemán de no recibir al Presidente de la Generalitat es más que un gesto diplomático y encierra la clara voluntad de actuar de manera coherente en la escena internacional. A pesar de que los españoles estamos recelosos con las medidas proclamadas por los alemanes en materia económica y con su defensa de la austeridad, debemos reconocer que en el Gobierno alemán impera la cordura y el buen hacer en su política exterior. La defensa de la integridad territorial de los estados en el seno de la UE es algo puramente normal y poner obstáculos a los nacionalismos y populismos debería ser aceptado socialmente si queremos asegurar el bienestar de las generaciones venideras. La integración europea exige altas dosis de sentido común mediante comportamientos que no están adornados de alharacas pero que representan el futuro de Europa. A diferencia del Reino Unido, Alemania lleva a cabo una política exterior que aboga por la integración y, por lo tanto, por la unión real de iguales en la Unión Europea. La crisis económica ha agudizado la presencia de nacionalismos y populismos en nuestro continente y favorece, sobremanera, que algunos actores de la sociedad se vean atraídos por los discursos de fragmentación y desintegración. Tensar las relaciones produce, algunas veces, resultados en el ámbito internacional. No hay mejor antídoto que el sentido común y la aceptación de éste, como un valor imprescindible, por el conjunto de la sociedad. La decisión del Gobierno español de no autorizar la presencia de Artur Mas en la próxima reunión de la Organización Internacional de la Francofonía que se celebrará en Dakar (Senegal) es mucho más que un simple gesto. Es la consecuencia inevitable del sentido común. Las exageraciones de los populismos y los nacionalismos deben ser combatidas con sentido común. La unión de Europa exige que los ciudadanos no valoren las exageraciones y que apuesten decididamente por la normalidad.
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