José María Marco

Seriedad real

Eric Voegelin fue un pensador alemán que se enfrentó a los nazis, tuvo que salir de Alemania y realizó luego uno de los análisis más brillantes del totalitarismo nacional socialista en unas conferencias que se publicaron con el título de «Hitler y los alemanes». Voegelin observó que en la realidad histórica y política de un país se producen situaciones trágicas, pero éstas no siempre encuentran los actores –trágicos– que las corresponden. Cuando esto ocurre, estamos en presencia de una farsa: algo grotesco y mucho más peligroso que la tragedia. Es lo que nos está ocurriendo con los nacionalismos y con una buena parte de la clase dirigente nacional, llamémosla así.

Estos dirigentes harían bien, como ha aconsejado LA RAZÓN, en escuchar y leer atentamente el discurso del Rey en Nochebuena. No lo vamos a calificar de trágico para evitar la grandilocuencia, pero resulta evidente que la Corona ha querido dejar constancia de que sabe la gravedad de la situación española. La gravedad se mide en lo que el Rey dijo en los párrafos dedicados a la crisis económica, con expresiones como «rigor», «inseguridad y desánimo», «inciertas perspectivas de futuro». Aún más serio fue el diagnóstico de la crisis política, que se expresó en términos como «confianza», «política con mayúsculas», «entendimiento», «sacrificio», «respeto mutuo» y «lealtad»... Valores y actitudes que muchos españoles hemos echado y seguimos echando en falta. El Rey no se mostró pesimista. Se lo impide su carácter y el decoro de la institución. Así como el monarca no puede ofrecer soluciones políticas ni elaborar un catálogo de los males que afligen a la patria, tampoco puede mostrarse negativo acerca del futuro. La Corona significa continuidad, proyección en el futuro, voluntad de preservar y mejorar el legado recibido. Todo esto quedó bien expresado y articulado con el agradecimiento de los sacrificios que la mayoría de los españoles sigue realizando, sin quejarse ni molestar a los demás. Aun así, por primera vez se escuchó ese matiz de seriedad: la conciencia de que estamos en una situación en la que la pérdida de la dignidad acabará teniendo efectos devastadores en cualquier intento de superación de la crisis. También por primera vez, el Rey, sin abandonar su papel institucional, parecía un español más, tan desconcertado como cualquiera de sus compatriotas ante la falta de criterio y de altura de miras. Tal vez este matiz resultó un poco demasiado acentuado, aunque valdrá la pena si sirve para que los destinatarios del mensaje actúen en consecuencia.