Fernando Vilches

Sexenio

Del significado de esta palabra, «Tiempo de seis años», se ha extraído una figura de gran importancia en el mundo universitario, concretamente, en el estamento docente. Se trata de una evaluación a la que voluntariamente nos sometemos los profesores de universidad para que un comité externo evalúe seis años de nuestro trabajo como investigadores. A eso responde una parte de la sigla que viene en nuestro carnet profesional PDI (Personal Docente e Investigador), aunque más parezca la marca de un yogur. El irrepetible Gustavo Villapalos, una de las personas más brillantes que he conocido como persona, profesor, político y conspirador, decía que en la Universidad debería haber dos categorías de profesores: los que se dedican a la Investigación y los que se dedican a la docencia, porque no todos valen para ejercer ambas funciones: brillantes investigadores son nefastos como docentes, y no todos estos tienen facultades para la investigación. A ello se suma, además, que los sexenios están pensados fundamentalmente para los docentes de carreras de ciencias. Ya dijo Baroja en su época que «investigar en España es llorar», axioma que sigue hoy siendo una verdad incontestable. Conseguir un Proyecto de Investigación para los profesores de Lengua Española, por ejemplo, es hacer verdadera virguerías o atracar a conocidos o amigos de empresas punteras que quieran invertir un dinero en una investigación que no suele generar réditos económicos. Convendrán ustedes conmigo que en el apartado que pone «Patentes» a un Filólogo le suena a sarcasmo, porque es imposible patentar el «adjetivo calificativo». Sin embargo, lo que podría sustanciarse con seis años de proyectos sacados con ímprobo esfuerzo (nosotros hemos conseguido prácticamente un proyecto por año), con sus conclusiones publicadas, además, en una editorial de prestigio como Dykinson, choca con una evaluación que, cuando menos, es muy discutible. Por un lado, no se tienen en cuenta más que las publicaciones que uno presenta entre una maraña de documentos que hay que rescatar y, luego, incorporar de forma telemática. Por tanto, de nada vale tu currículo como investigador en diversos proyectos. Y, segundo, y ¡memorable!, no tienen esas publicaciones los evaluadores, por lo que juzgan de oído. ¿Y si reclamas al TSJ de Madrid? No se pierdan el próximo artículo.