Alfonso Merlos

Sin desmayo

La Razón
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Sin fisuras, sin tregua, sin complejos. Es y debe ser la filosofía que guíe la actuación de las Fuerzas de Seguridad del Estado en el combate de la Yihad. Y en eso se está. Los terroristas ahora encuadrados en el autodenominado Estado Islámico son pacientes, perseverantes, insaciables. Su mentalidad no es de días o semanas o meses. Es de años, de décadas, de siglos. Sólo necesitan golpear una vez. Es su éxito.

Precisamente por eso la respuesta tiene que ser durísima, proporcional. La alerta. La vigilancia. La prevención y la anticipación. La preparación para abortar atentados en su fase previa. Y esta última operación antiterrorista no sólo confirma los resultados de un trabajo metódico y bien hecho. Es la constatación de que España ha dejado de pensar que es un territorio para el refugio y el descanso de los radicales del Islam militante. Y ha comenzado a ponderar que en nuestro territorio operan tanto redes de apoyo como de ataque. O sea, que los admiradores de Bin Laden o Al Zarqawi pueden adquirir experiencia para el manejo de armas o explosivos en desiertos lejanos y montañas remotas pero que, en poco tiempo, pueden regresar al sitio de partida para planificar y ejecutar atentados de destrucción en masa. Es lo que hay. Y más allá, ésta, como otras embestidas contra el neosalafismo armado es la certificación de que la cooperación transnacional resulta decisiva para neutralizar a estos salvajes. Primero, entre las naciones que conforman el núcleo duro de la vieja Europa. Segundo, entre los países que a uno y otro lado del Mediterráneo batallan contra la misma lacra.

El enemigo pretende desorientarnos, aburrirnos, desgastarnos. Pero tiene enfrente nuestra espectacular eficacia para repelerle. Ayer al etarra. Hoy al fundamentalista. La clave es no parar. Y no se está parando.