Restringido

Susana Díaz y los pactos

La Razón
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A medida que pasan los días, la presidenta de Andalucía se encuentra en una encrucijada más compleja. Es objeto de todas las miradas y depositaria de las esperanzas de mucha gente, dentro y fuera de la política, que confían en que sea ella la que finalmente haga que se imponga en el PSOE el sentido común, el sentido de Estado, y evite un pacto con la izquierda radical y antisistema de Podemos y sus mareas, junto con los independentistas y los filoetarras. Todo el mundo esperaba la noche electoral el fin del actual secretario general del PSOE. Sin embargo, el que pueda alcanzar la Presidencia del Gobierno se ha convertido en algo más que una mera posibilidad, a la vista de la determinación con la que se ha entregado a ello, de las cada vez más matizadas líneas rojas de su necesario socio Pablo Iglesias, y de las contradictorias –pero en ningún caso radicalmente contrarias–, declaraciones de los barones socialistas y de los miembros de la dirección del partido. Cuando todo el mundo pensaba que el PSOE se abstendría y gobernaría el PP en una situación de gran debilidad durante unos meses, hasta que aquél se reorganizase internamente con la más que probable presencia de Susana Díaz al frente del partido para encarar las nuevas elecciones, Pedro Sánchez echó el órdago: «El PSOE no permitiría que gobernase ni Rajoy ni el PP», con lo que sólo podría haber un gobierno de izquierdas con él a la cabeza, al precio que fuera, o nuevas elecciones. Es evidente que ésta última opción no garantizaba su supervivencia política, por lo que la cerrazón al PP y a cualquiera del PP debía ser el primer paso. La presidenta andaluza la hizo suya, quedando atrapada en una situación en la que no cabía ni gran coalición ni abstención, tal y como pretendía Sánchez, reforzando éste su estrategia. No sabemos si fue por la histórica convicción intrínseca del PSOE de impedir que la derecha gobierne al precio que sea, o si es que la fuerza que se le presume dentro del Comité Ejecutivo Federal no es tan grande como parece. Como gran acuerdo presentaron el que no podría pactarse nada que incorporase un referéndum de independencia o cualquier otra cuestión que fuese contra la unidad nacional. Apenas pasó tiempo para que Podemos y sus dirigentes matizaran esas líneas rojas, dando alas a Sánchez y a Iglesias que, pese a los escarceos aparentes de confrontación, avanzan con paso firme en el acuerdo para formar gobierno, situación que acabaría con las esperanzas depositadas en Susana Díaz y con sus aspiraciones a poder encabezar el PSOE, y metería a nuestro país en una difícil tesitura a nivel nacional e internacional. El apoyo posterior de Sánchez a la constitución de los grupos independentistas en el Senado fue un clamoroso paso más del pacto a cualquier precio, que de nuevo dejó escapar la presidenta andaluza para cortar la estrategia aparentemente suicida de Sánchez, pese a las manifestaciones de queja de algunos otros barones socialistas. Las posteriores declaraciones matizadas y cambiantes de los líderes territoriales del PSOE y los de Podemos ponen de manifiesto cómo el pacto está más presente de lo que nos quieren hacer ver los socialistas, que tan sólo quieren que se le quiten todas las aristas para presentarlo como un pacto de progreso, de diálogo, de consenso a la europea, donde se dé prioridad al programa social, se eliminen los recortes y se busque una nueva fórmula para encajar en una reforma constitucional las aspiraciones de los independentistas, consultando a los ciudadanos. Un pacto que tanto en su formulación como en la articulación del Gobierno haga que rechazarlo, si es que esta fuera la presidenta andaluza, tuviera muy difícil explicar por qué no apoyar un gobierno progresista que plantea diálogo, pacto y cambio, el blindaje constitucional de los derechos sociales, que no haya más recortes y un marco territorial que permita encajar las aspiraciones de vascos, catalanes, etc. Cada día que pasa es un triunfo de Sánchez, Pablo Iglesias y del pacto radical, y hay menos posibilidades para desenmascarar el mismo, tal y como señaló la presidenta andaluza al decir que «era una trampa histórica, pues bajo pactos sociales lo que quieren es levantar muros». Dudo mucho que a la vista de como avanza el tema y la falta de reacciones contundentes oponiéndose a esta estrategia tanto de Susana Díaz como de los barones que parecían oponerse a ese acuerdo, la demandada intervención de los viejos elefantes socialistas por parte de la prensa y de parte de la clase política y empresarial poco pueda aportar, pues ya no están y poco tienen que jugarse, al contrario que le ocurre a Sánchez y a sus compañeros de la dirección del PSOE. Ya queda menos. Veremos.