Irene Villa

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La Razón
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Tengo que compartir la enorme alegría que me provocó saber que una empresa de alimentación infantil conocida a nivel mundial, ha elegido a un bebé con síndrome Down como imagen principal de su marca. Gerber se enamoró de la sonrisa de Lucas. Se ganó los corazones de todos y fue nombrado su 2018 Spokesbaby.

Estas personas especiales, contagian esas mágicas emociones que tienen a flor de piel. Viven todo intensamente.

Son el perfecto ejemplo de vivir el momento, poner plena atención a lo que hacen y disfrutarlo, de lo que se llamamos mindfulness, porque interés y pasión no les falta. Hacen que fluya a su alrededor amor, alegría, diversión y unidad...

Por todo ello, no me extraña que estos angelitos sean ejemplo y espejo donde mirarnos. Su enorme capacidad de amar y crear relaciones, consigue encender la llama de la pasión por la vida en cualquier situación, por dramática que sea.

Por fortuna, cada vez son más las personas que aparcan a un lado los prejuicios sociales que encasillan a las personas con discapacidad como diferentes y apartadas triste e injustamente de la sociedad.

Como ocurre, cada vez menos, con otros colectivos en riesgo de exclusión, como personas de la tercera edad, que se tiende a creer que están ya en un periodo de baja creatividad y productividad.

Sin embargo los problemas de cualquiera de estos colectivos, son los que les impulsan a elegir la actitud correcta para enfrentarse a la vida y, de alguna forma, destacan, porque eso les fortalece.

Han de sacar un potencial que la mayoría de la sociedad quizás nunca llega a descubrir. Como quienes no saben que: «si te ríes del niño por ser diferente, él se reirá contigo porque su inocencia sobrepasa tu ignorancia».

Ahí está el origen de la temida y execrable lacra del acoso escolar, aunque los niños no nacen con estos prejuicios sino que son sus padres y el entorno quienes han de eliminar esas diferencias insalvables.

Ya que por suerte hoy sabemos que ellos, también, tienen mucho que aportar.