Alfonso Ussía

¿También, granujas?

Las dos maneras más eficaces de robarle a los niños la ilusión inabarcable de los Reyes Magos son de muy difícil superación. El compañero idiota y cabroncete del colegio que les asegura que Los Reyes son los padres, y las cabalgatas de Reyes. Antaño, las cabalgatas eran también un tostón, pero se reducían a los camellos, los caballos, los pajes, los ayudantes de los Magos y las carrozas de Melchor, Gaspar y Baltasar. Ahora, la cabalgata de Reyes en una gran ciudad dura más tiempo que un desfile en Corea del Norte, y se hace lo posible por liberar de motivos religiosos su estética y contenido. Ya me dirán ustedes lo que pintan Bob Esponja o Dora la Exploradora en este asunto. –Como estamos hartos de que nuestro hijo siga creyendo en los Reyes Magos, esta noche vamos a llevarlo a la Cabalgata–. Y no falla. Cae la venda milagrosa y el niño advierte por primera vez en su vida que este mundo no merece tanto la pena.

Conviene recordar, aunque mucho moleste a los enemigos de la religión –de la católica, claro, que el islam es intocable–, que el Día de Reyes conmemora la visita que rindieron al Portal de Belén los Magos de Oriente, que no fueron tres sino diecisiete, pero está bien el resumen elegido porque a los niños no se les puede volver locos. Melchor, Gaspar y Baltasar, siguiendo la ruta señalada por la Estrella de Oriente, adoraron al Niño Dios y le ofrecieron en muestra de su reconocimiento como tal, oro, incienso y mirra. Entre sus pajes no figuraban ni Bob Esponja, ni Dora la Exploradora, ni Spiderman ni la madre que parió a los tres. Y vienen los caramelos.

Es costumbre reciente lanzar desde las carrozas caramelos a puñados a los niños que, junto a sus padres, tíos, abuelos, parejas de hecho o compañeros sentimentales, asisten a la horrible y hortera exhibición. Los caramelos han hecho estragos en alguna cabalgata. Mi pobre pariente, Dámaso –Damasito–, Ussía Almírez de Vetusta –de los Almírez de Vetusta de toda la vida– fue objeto de un caramelazo en la cabeza que lo dejó tontito para el resto de sus días. A partir de aquel desagradable accidente, los organizadores de estas cabalgatas paganas decidieron sustituir los caramelos duros por gominolas, y es justo reconocer que la reducción del número de heridos por impacto de caramelos en las cabalgatas ha sido como el de la prima de riesgo. Espectacular.

Con las excepciones de Bob Esponja y Dora la Exploradora, los encargados de lanzar caramelos a las cabezas de los niños y de sus familiares son los Reyes Magos. Calculan las existencias y administran los dulces para no quedarse sin ellos durante el trayecto. Pero Sevilla está siempre a un paso del milagro, porque milagro es Sevilla. Y allí, desfila una carroza de UGT. Ya me dirán ustedes qué hace la UGT en una cabalgata de Reyes Magos. La respuesta es sencilla. Estafar. Una tonelada de caramelos. Figúrense la cantidad de caramelos que entran en una tonelada, mil kilogramos. Esa barbaridad de caramelos es la que voló de la religiosa carroza de la Unión General de Trabajadores durante la última cabalgata de Reyes sevillana. Pero la factura de los caramelos, como es habitual en aquellos predios, fue abonada por la Junta de Andalucía, lo cual no supone novedad alguna. Mariscos para los mayores, caramelos para los pequeños. Menos mal que el trato entre los Reyes Magos y los sindicalistas de la UGT se resume en un sólo acto al año, la cabalgata. De ser más asidua y cordial la relación, Melchor, Gaspar y Baltasar estarían en paro y sus indemnizaciones, en los estómagos y gaznates de los señores dirigentes del peculiar sindicato. Y habrían dejado a Bob Esponja sin esponja, a Dora la Exploradora en pelotas y a Spiderman con el taparrabos carmesí, por aquello de no asustar a las niñas.

Ya está bien. Ese dinero que pagó la Junta de Andalucía –la fundamental cómplice de todas las sinvergonzonerías de UGT– estaba destinado para «subvenciones de riesgos laborales y de medio ambiente».

El riesgo existía. Un caramelazo en la cabeza de cualquier ciudadano, adulto o niño, presente en la farsa. Lo del medio ambiente lo veo más difícil de justificar. Y lo que saldrá de los cajones, de los archivos mal borrados, y de los bajos de las alfombras de la Real Fábrica de Tapices del Palacio de San Telmo, que el duque de Montpensier, don Antonio, sería un pájaro, pero tenía gusto. Un Portal de Belén. El Niño, la Virgen, San José, la mula, el buey, unos pastores y tres Reyes Magos. Eso es lo fundamental. ¿Para qué la majadería de una cabalgata? ¿Qué pinta la UGT lanzando caramelos a los niños si esos caramelos los pagan los padres de esos niños?

¿También ahí, granujas?