Alfonso Ussía
Vanguardia de libertad
Israel es una nación heroica. El único Estado de Derecho de Oriente Medio, rodeado de países cuyo principal objetivo es la aniquilación del pueblo judío. En la Europa tonta y mansa, en la que España colabora con el cretinismo común, nadie agradece a Israel su papel de vanguardia de la libertad. No es necesario recordar las virtudes, la firmeza y valentía de los israelitas. Basta con conocer la catadura infame de sus enemigos, muchos de ellos, receptores de la seguridad que Israel nos procura. El pueblo masacrado por Hitler y por Stalin, el creador de una nación pujante en un trozo del desierto, la primera línea de defensa de Occidente contra el islamismo, no cuenta con las simpatías de las izquierdas españolas. Si por ellas fuera, Hitler y Stalin recobrarían su protagonismo.
En Israel conviven los tres poderes que garantizan la normalidad de un Estado democrático. El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Y lo hacen en una situación permanente de amenaza terrorista. Un soldado israelí, Elor Azaria, ha sido condenado por un tribunal judío por un delito de homicidio. Remató en el suelo a un terrorista herido cuando éste no podía defenderse. Conculcó el principio del honor del soldado, acabando con la vida de quien, segundos antes, había acuchillado a un militar de Israel, a un compañero de armas. A pesar de la tensión, a pesar de las amenazas, a pesar de las intenciones del terrorista palestino, a pesar de haber actuado en defensa de un compañero, Elor Azaria ha sido condenado por homicidio. En los Estados que rodean Israel, la acción de Elor Azaria le habría convertido en un héroe. En un Estado de Derecho, en un soldado merecedor de una durísima condena. Ésa es la gran diferencia entre la Justicia y el odio.
No nos apercibimos en Europa del valor y la seguridad que nos regala esa pequeña nación europea incrustada en un territorio rodeado de enemigos. De enemigos de nuestra civilización, de nuestros derechos y de nuestras libertades. Aquí, en España, muchos desean su destrucción. Y muchos, desde sorprendentes interpretaciones del llamado «progresismo», celebran el Holocausto o emiten gracietas del sufrimiento de este pueblo ejemplar. Israel mata porque se defiende de los que quieren matar a Israel. Israel dispara cuando es disparada, e Israel se mantiene y se sostiene porque cree en sí misma y en su libertad. Las naciones que rodean y odian a Israel son poderosas y medievales, sobradas de población y recursos. Más allá de Israel, en el Oriente Extremo, Arabia Saudí y los Emiratos del Golfo financian sin medida a los enemigos de Israel. Pero el dinero no puede con el coraje. El oro no somete a la libertad y al orgullo de una nación permanentemente atacada y amenazada. Una nación con una justicia independiente que sabe distinguir entre la acción heroica de un soldado o el proceder deshonroso en un militar.
Israel no va a dejar de proteger a Occidente, pero ya es hora de que en Occidente sepamos unirnos para proteger a Israel. Somos la misma cosa. Unos, en el frente de batalla, y otros en la dulce placidez de la retaguardia. España, diplomáticamente, ha cometido con Israel tantos viejos errores como recientes groserías. En la Europa dominada por lo políticamente correcto, Israel es una incorrección, cuando Europa puede considerarla de esa manera precisamente porque Israel es su vanguardia de la libertad. En el cenicero del coche de Zapata caben las cenizas de miles de judíos asesinados en las cámaras de gas de Hitler. Pero no la grandeza de una nación democrática que sangra cada día para asegurarnos nuestra libertad.
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