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Ely del Valle

Vergüenza ajena

Vergüenza ajena
Vergüenza ajenalarazon

Eso es lo que he sentido no sólo como mujer sino como persona civilizada al ver a las «miembras» de Femen insultando y agrediendo a una autoridad religiosa que ni tiene capacidad legislativa, ni está de acuerdo con la modificación de la ley del aborto que prepara el gobierno aunque sea por motivos radicalmente opuestos al que ellas esgrimen. Alguien debería explicar a estas señoras de teta al viento, lengua desatada y carencia básica de lo que significa la democracia la diferencia que existe entre discrepar de una decisión gubernamental sometida a debate parlamentario y dejarse arrastrar por un fanatismo desquiciado que sólo viene a demostrar una intolerancia de difícil digestión que, a la postre, les deja, además de con otras partes de su anatomía, con el culo al aire. Si nos atenemos a la coherencia, tras este incidente, se supone que estas arrebatadas deberían estar de acuerdo con que cualquier persona contraria a la interrupción voluntaria del embarazo utilice el acoso, la amenaza y el derribo contra ellas; pero no... En todos los casos en los que la autoridad competente ha intentado marcarles las líneas que no se pueden franquear, su respuesta ha sido la denuncia. Pura ley del embudo característica de tiranías y dictaduras a las que no les tiembla el pulso a la hora de patear los derechos ajenos para imponer sus dogmas.

Las activistas de Femen, por mucho que les cueste entenderlo, no pueden hacer de su capa un sayo, ni de sus bragas un arma arrojadiza escudándose en una libertad cuyo auténtico significado, visto lo visto, desconocen. Su espectáculo ha sido tan repugnante como lo fueron en su día las agresiones a líderes políticos en algunas aulas universitarias, o como lo sería la imagen de un grupo de sacerdotes acosando a quienes defienden el aborto libre. Ni más ni menos.