Inversiones
Vuelta al CIS
La instrumentalización, con carácter partidista, de las instituciones y organismos públicos ha sido una de las cuestiones más controvertidas en nuestra democracia. El debate sobre el modelo de televisión pública ha sido recurrente, de hecho, el impulso de un nuevo modelo de RTVE fue una de las prioridades del presidente Zapatero.
El punto de inflexión fue aquel día en el que el director de informativos, el Sr. Urdaci, se tuvo que poner delante de la cámara para leer una condena judicial por manipulación informativa.
La existencia de una televisión pública sigue siendo cuestionada por algunos sectores, así como su modelo de financiación. Los defensores de su permanencia tenemos absolutamente claro que, en un Estado democrático, la información es uno de los pilares de la libertad y que lo que recibe la sociedad no puede ser solo lo que emiten los grupos privados, que pueden representar más los intereses de sus accionistas que una vocación de servicio público.
Se hace daño al sistema cuando, desde el gobierno, un partido político actúa como dueño de un ente público, de la misma manera que un grupo de inversión o una compañía de telecomunicaciones hace lo propio con un medio privado.
El paradigma por excelencia de neutralidad es la BBC británica. El modelo español sigue distando mucho, pero, al menos, es más soportable que hace años, aunque el déficit de credibilidad sigue representando un importante estigma que arrastrará durante mucho tiempo.
El CIS es un instituto que gozaba de prestigio. Julián Santamaría y Rosa Conde objetivaron y dieron carácter científico a su funcionamiento, en los años ochenta del siglo pasado.
Han pasado distintos gobiernos y todos han seguido la senda. Cuando algún responsable político ha criticado al CIS por los resultados de algún estudio concreto lo ha hecho no tanto porque sea cierto, como por el hecho de tener que mantener la moral de sus seguidores.
Es cierto que sus previsiones no siempre coinciden con los resultados que se han producido, pero no hay que perder de vista que la sociología, al igual que la economía, son ciencias sociales y no experimentales. Eso quiere decir que el objeto de su estudio son personas y que, a veces, los seres humanos nos comportamos de manera imprevisible.
Lo que no puede negar la dirección de ningún partido es que cuando se publicaban los resultados de cada estudio electoral del CIS se sabía que era lo más aproximado a la realidad que se podía tener, eran las encuestas de mayor credibilidad y eso supone un éxito en una institución pública.
Sin embargo, la llegada del Sr. Tezanos a la dirección del organismo ha generado ríos de tinta y de críticas, tanto por el cambio de metodología aplicada como por los resultados obtenidos.
No soy experto demoscópico y, por tanto, no voy a opinar sobre lo que no sé, pero es una evidencia que la fiabilidad del CIS ha caído por primera vez desde primeros de los años ochenta y eso es un daño para el sistema difícilmente reparable.
El Sr. Tezanos hubiese sido más útil a la causa socialista siguiendo como estaba, haciendo con el Sr. Simancas, desde la fundación del partido, sondeos electorales que permitiesen al líder socialista contrarrestar otras encuestas publicadas en medios privados con sesgos evidentes.
Para un político llegar al poder debe tener como objetivo cambiar cosas que no funcionen, no estropear las que van bien porque la meta sea seguir en el poder. El CIS hace muchos otros estudios, por poner ejemplos, la mayoría son útiles en investigaciones científicas en materia económica o sanitaria. Esperemos que el Sr. Tezanos no cambie, también en estos, la metodología.
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