Presidencia del Gobierno

¿Y a la tercera?

La Razón
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Igual que las banderas de oración flamean al viento su rogativas mientras los fieles se dan a sus quehaceres, hemos instrumentado todos la banderola de que unas terceras elecciones serían catastróficas y resultarían abominables para los españoles. El Centro de Investigaciones Sociológicas coloca ese supuesto en el quinto lugar de las preocupaciones, mientras el paro desespera menos. Como nuestro voto no es obligatorio en unas «terceras», aumentaría la abstención por comodidad y no por desdén hacia el desorden político. Al margen del caso belga, que no acarreó sucesos importantes, el Líbano cumple dos años sin presidente por desacuerdo de las cámaras. Se argüirá que España no es Líbano, pero dadas las circunstancias ominosas del país de los cedros para él la gobernabilidad es mucho más urgente que para nosotros. Y no pasa nada que no restañe el tiempo. Votar tres veces consecutivas por que ha mudado la cartografía partidaria y uno de sus pilares se ha colapsado no es usual ni tranquilizador, pero a la postre no es más que un bucle. La Unión Europea ha suspendido las multas por nuestro déficit y ha comprendido que, dada nuestra situación, no sería lo mejor privarnos de las ayudas estructurales. Unas «terceras» no serían estancas o isotermas, sino que clarificarían la relación de fuerzas, aún sin mayoría absoluta. La lógica y hasta la intuición indican que el PP mejoraría sus resultados (hasta con el voto del miedo), el PSOE se terminaría de descalabrar (los gañanes de Ferraz no pueden ser Gobierno) y el votante es tan medroso como un millón de dólares y no gusta de direcciones políticas a la gresca y en bolsa de gatos. Podemos sí sería carroñero en las arenas movedizas socialistas, pero no constituirían el único referente de la izquierda, porque el PSOE no va a desaparecer, aunque será otro Ave Fénix trabajando en dos frentes: su derecha democrática y el populismo, lo que le ayudará a sacarse la caspa de tantos años, el sectarismo y la progresía. Barreda intentando asustar al PP si no capitula blandamente ante las exigencias socialistas es preocupantemente infantil. Tentación del PSOE es mandar a tomar café a unos imputados a cambio de derogar toda la legislación popular de los últimos cuatro años. Los socialistas tienen perdida la memoria a corto, y se creen vencedores de una gesta, haciendo pasar por las horcas caudinas a todo el centroderecha, olvidando que las terceras serían su némesis.