María José Navarro
Yo, Leonor
Igual se piensan Vds. que en esta casa se están celebrando estos días los diez años de cuando mis padres pegaron el susto gordo aquel de anunciar que se casaban. Yo no estaba pero creo que fue de morirse de risa y que la gente estaba muy nerviosita al ver cómo se las gastaba otra vez esta familia. Bueno, pues no. En esta casa a lo máximo que se ha llegado es a cambiar la hora esta noche con desparpajo y para ello se ha levantado mi madre en plena madrugada porque menuda es mi prima, que es que no se da un descanso, qué tía. Entre bollo y bollo y con la boca llena, mi hermana pidió ayer que viéramos algún telediario segunda edición de entonces a modo de recordatorio de la fecha, pero a mí es que Urdaci me da hipo. Así que yo propuse, a ver si colaba, que mejor nos bajáramos pirateando «El tiempo entre costuras» que en el colegio dicen que sale un macizo ojiclaro de esos de parar el tráfico. «Leo –me dijo mi madre tomándome por los hombros–, no me parece conveniente que asistamos a la narración de la vida de una mujer que tiene un novio con pinta de pagafantas y que lo deja todo por un chulazo que le trunca su proyección personal en medio de una atmósfera descaradamente franquista». El caso es llevarme la contraria, ya lo saben Vds. Cualquier día imito a mi primo Pipe y me enajeno y salgo a la calle con una careta o me hago gótica, que hay vacante después de la espantá de la hija de Zapatero. De verdá, que vida más perra esta de ser reinita.
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