César Vidal
Yo no lo haría, ciudadano
Se van acercado, piano, piano... las elecciones europeas y se acumulan los sondeos que apuntan a un porcentaje nada baladí de los ciudadanos dispuesto a votar a opciones extraparlamentarias. Veamos. No voy a insistir en que el voto es muy serio porque basta con ver que lo ejercemos una vez y cada cierto número de años. Sí deseo detenerme en las posibilidades. En estos momentos, la Unión Europea se halla en una situación crítica. Pretender castigar a Rajoy o Rubalcaba a cuenta del futuro de un continente me parece, como mínimo, exagerado e irresponsable. De entrada, yo no votaría a ningún partido nacionalista. Si se quedan en España, sólo representan a una región inexistente en la estructura europea y si se van, no estarán en la UE con lo que entregarles el sufragio es como tirarlo al retrete. De los dos grandes partidos me fijaría en el programa que tienen de futuro para Europa. El PP recuerda ahora mismo a UCD por su diversidad ideológica ya que reúne a demócrata-cristianos, conservadores e incluso, en Hacienda, a un socialdemócrata desatado. Su inclusión en el PPE, en cualquier caso, le da un enfoque identificable. El PSOE anda totalmente desnortado, pero, llegada la hora, seguiría la pauta de las filas socialistas europeas. Por lo que se refiere a UPyD –que en España cuenta con su mayor potencial por los intentos de racionalización e higienización del sistema político– tendrá que afinar lo que desea para la UE. Finalmente, IU ha decidido lanzarse totalmente al monte – ZP no le dejó prácticamente espacio durante su etapa de gobierno– y acabará haciendo causa común con los antisistema europeos. En otras palabras, del cabo de Gata al de Finisterre, éstas son las cuatro opciones medianamente razonables según el gusto de cada cual. El resto tienen escasas posibilidades de obtener un escaño, pero aunque estuvieran a punto de conseguirlo, como sucedió con el teniente coronel Tejero o, más afortunadamente, con Ruiz-Mateos, carece de sentido entregarles el voto. Es posible que defendieran elocuentemente la legalización de la marihuana o que llenen la Cámara de equis de la misma manera que don Diego, cuando se ponía el antifaz, marcaba con zetas las paredes de la baja California. Sin embargo, nada, absolutamente nada, de eso servirá para construir una Europa unida en condiciones de prosperar ni ayudará a los ciudadanos en sus bregas cotidianas. De modo que si alguien está pensando en esgrimir el voto del cabreo, yo que tú no lo haría, ciudadano.
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