El trípode

Cual otro «Pacto de San Sebastián»

En la misma fecha que en 1930 en la bella ciudad donostiarra se produjo el que ha pasado a la historia como «Pacto de San Sebastián», ayer 17 de agosto, comenzaba la XV legislatura constitucional

En la misma fecha que en 1930 en la bella ciudad donostiarra se produjo el que ha pasado a la historia como «Pacto de San Sebastián», ayer 17 de agosto, comenzaba la XV legislatura constitucional. Con la sede de la soberanía nacional convertida en una réplica de la torre de Babel, lo hizo estableciendo su nueva presidenta que las intervenciones de Sus Señorías en el Congreso se podrán efectuar en todas las lenguas cooficiales de España. Hasta ahora, la lengua española oficial del Estado solo era relegada por el catalán, el valenciano, el euskera y el gallego, por la política lingüística de sus comunidades. Pero ahora también lo será en las instituciones centrales del Estado, comenzando por la sede de la soberanía nacional. Para que el señor Sánchez siga en La Moncloa, ahora tendrán derecho a debatir unos con otros mediante traducción simultánea, tratando al castellano/español como una mera lengua española más. Así, ya prometieron sus socios y aliados «acatar» la Constitución en catalán y euskera, y como tránsito «hacia la república catalana y vasca», respectivamente. El ministro en funciones del ramo, ya escribió a la UE para que en las instituciones comunitarias se aplique esa misma política. Desde Waterloo, su jefe prófugo le advierte que su investidura «está donde estaba» y que estas concesiones han sido sólo para la Mesa del Congreso. ERC, Junts y PNV para que no haya duda al respecto, piden reformas legales para «desjudicializar el conflicto». Lo que en román paladino, significa impunidad legal mediante amnistía previa y asegurada, para atentar contra la unidad nacional; es decir que cuando «lo vuelvan a hacer» como advierten orgullosos, les salga gratis. Y por supuesto con efecto retroactivo para todos los afectados por el 1-O. Desde luego Puigdemont, Otegi, Junqueras y el PNV tienen sobrados motivos para frotarse las manos ante el horizonte que (creen) se les abre para estos próximos años, con lo que llevan ya conseguido desde que colocaron y mantienen a «su» candidato en La Moncloa. El Pacto de aquel 17 de agosto se materializó 8 meses después, el 14 de abril, con la Segunda República. La primera Restauración de 1876 acabó con el pronunciamiento de 1923, y la segunda comenzó con la Constitución de 1978. Imposible no evocar el paralelismo suicida y cainita al que nos lleva el sanchismo ahora. Enfrente de este espectáculo que evoca también a la Primera República federal y cantonalista de 1873, la oposición merece un capítulo aparte. Sin palabras (por hoy), que ante esta situación el PP no apoyara que el tercer grupo de la Cámara tuviera un asiento en la Mesa.