Los puntos sobre las íes
Cuando conviertes al PSOE en un partido filobilduetarra
Francisco Martín defiende a ETA con un entusiasmo que provocaría vergüenza a hijos de Satanás de la talla de Arnaldo Otegi, Txapote y Henri Parot
«¡Los asesinos se pudrirán en la cárcel!», explotó Felipe González tras la carnicería de ETA en Hipercor en 1987. Dos años más tarde, coincidiendo con el asesinato de la fiscal Carmen Tagle y con el fin de las conversaciones de Argel, el ministro de Justicia de la época, mi buen amigo Enrique Múgica, puso en marcha la política de dispersión que, entre otras cosas, provocó la renuncia al terrorismo de 120 presos etarras en los 24 meses posteriores. El histórico presidente socialista fue inmisericorde con esta gentuza: que chalaneó con ellos entre cero y nada lo demuestra el hecho de que constituyó los GAL, esos grupos parapoliciales dedicados a combatir a la banda con sus mismas armas. Una reacción tan lógica en términos humanos como inmoral e ilegal.
Sea como fuere, nadie le puede toser al histórico secretario general socialista su decidido combate a unos criminales que se llevaron por delante la vida de 856 españoles, que dejaron heridos, calcinados o mutilados a miles, que extorsionaron a decenas de miles y que provocaron el éxodo de 200.000 vascos y navarros alterando el statu quo político de ambas regiones para siempre. Visto lo visto en este lustro de sanchismo, quién diría que González y el todavía presidente pertenecen al mismo partido. Es más, si un marciano aterrizase hoy en la Tierra, contemplara el panorama y le preguntasen por la cuestión seguro que situaría a Sánchez en Bildu y a Felipe en la socialdemocracia, ideología que toda la vida de Dios caracterizó al Partido Socialista.
Las declaraciones del nuevo delegado del Gobierno en Madrid, un tal Francisco Martín Aguirre, certifican que no exagero una miaja: «Esos supuestos enemigos de la patria han hecho mucho más por España y por los españoles en los últimos cinco años que los patrioteros de pulsera». Este individuo se refería obviamente a Bildu. Ítem más: sitúa a los etarras setenta escalones morales por encima de los «patrioteros de pulsera», calificación indiscutiblemente dirigida a PP y Vox. Vamos, que no justifica los pactos de legislatura del PSOE con Bildu-ETA. No. Va mucho más allá en su vileza: defiende a ETA con un entusiasmo que provocaría vergüenza a hijos de Satanás de la talla de Arnaldo Otegi, Txapote y Henri Parot. Y que no vengan con cuentos chinos del estilo de «ETA ya no existe» o «Bildu no es ETA» porque Otegi, el actual baranda de Bildu, era el número 1 cuando mataban a troche y moche, porque David Pla, el último capo de ETA antes de dejar de asesinar, es el número 2 de esta formación política, y porque han llevado en las listas municipales a 44 terroristas, de ellos siete asesinos.
A esta basura humana defiende con estusiasmo hooliganesco, el –manda huevos– jefe de la Policía y la Guardia Civil en Madrid. Un tipejo estrechísimamente vinculado a Sánchez: durante los dos últimos años ha ocupado la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno. Fue el sucesor de Félix Bolaños en el cargo, vamos, que no es uno que pasaba por allí sino núcleo duro, durísimo diría yo. Que el PSOE necesita imperiosamente refundarse a partir del 24 de julio lo justifica la existencia de innumerables Francisco Martín de la vida en Ferraz. Ahí van más pruebas: han puesto a un portavoz de los presos de ETA a dar clases sobre violencia de género a la Policía, negocian con Bildu para mantener Navarra y, para más inri, les han regalado ya la Mesa del Parlamento foral. Jamás pensé que el PSOE, antaño impecablemente constitucional, se convirtiera en una formación filobilduetarra. Mejor dicho, filoetarra porque Bildu es ETA. Ver para creer.
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