Aunque moleste
Deconstruyendo Europa
El descontento crece paralelo al empeño comunitario por legislar de espaldas a los ciudadanos
La respuesta de la burocracia comunitaria a la ola de descontento que se extiende por el continente es que se trata de una agitación promovida por la ultraderecha racista antiecológica y antinmigración. Hablan desde la superioridad que les conceden sus poltronas en instituciones que remuneran a sus miembros con salarios hollywoodenses. Una pena porque la Europa que nos atrapó, con la que soñamos y en la que creímos casi como dogma de fe, se está deconstruyendo consecuencia de los errores cometidos por una élite gobernante cada vez más distanciada de la ciudadanía. De ninguna otra manera se puede entender que el euroescepticismo gane adeptos en casi todos los estados miembros. Responder a ello al estilo sanchista, tildando de «fachosfera» a cuanto orbite en la discrepancia, no es sino muestra de la soberbia propia de quienes legislan sintiéndose en posesión de la verdad, despreciando cualquier crítica al discurso colmena de la élite bruselense.
Muestra de tal superioridad moral fue el discurso de la presidenta de la Comisión, la señora Von der Leyen, en el reciente Foro de Davos, donde afirmó que la próxima epidemia a combatir, después de las emergencias pandémica y climática, es la de la «desinformación y la información incorrecta». Tras los excesos legislativos de Bruselas con el Covid y la Agenda Verde, doña Úrsula nos advierte de que se va a perseguir a quien informe mal, sobrentendiendo que será la Comisión quien diga qué es información veraz y qué cosa es desinformación o infodemia.
No es de extrañar que cada día haya más gente que piense que políticos como Von der Leyen son los auténticos responsables del malestar que hoy recorre Europa, y que se ve estos días en las calles de París, con miles de agricultores protestando contra las directivas comunitarias que están empobreciendo al mundo rural. Nada nuevo si tenemos en cuenta que tales protestas se han sucedido antes en Alemania, y antes aún en países del Este europeo y Holanda, donde un partido agrario, el BBB, ha llegado a ser el más votado.
Y nada nuevo si vemos como algunas organizaciones emergentes, tanto de derechas como de izquierdas, empiezan a cosechar importante respaldo electoral con discursos contra la inmigración ilegal o incontrolada, que está desdibujando la identidad europea.
No contentos con los errores acumulados, legislando con extremismo en materia de energía y agricultura, la Comisión se dispone ahora a arrear a las empresas con la denominada fiscalidad verde, bajo el lema «quien contamine más, pagará más», y cuya avanzadilla es el «arancel del carbono», medida estrella del European Green Deal. Aunque la obra cumbre de la burocracia comunitaria es la Ley de Restauración de la Naturaleza, que perjudica a la agricultura, la ganadería, la pesca y mundo rural en general, al eliminar de un plumazo el territorio cultivable, reducir el número de cabezas de ganado y suprimir un cincuenta por ciento de los actuales caladeros.
Medidas adoptadas sin tener en cuenta la opinión de los afectados, que cuestionan la doctrina anti-carbono bajo el argumento de que el proyecto «net-zero» defendido por la Agenda 2030, está equivocado porque «sin carbono la vida en la Tierra cesaría», y el «cero neto» plantea dejar de emitir carbono, lo que significa deshacerse de «cualquier cosa que respire», objetivo tan irrealizable como antinatural.
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