El canto del cuco
El decreciente papel de España
La desunión de las fuerzas políticas españolas dentro del mismo Gobierno y la incomunicación entre el presidente Sánchez y el jefe de la oposición limitan la contribución de España a la resolución de esta crisis
El conflicto de Palestina está poniendo a prueba la cohesión de la izquierda en Europa, ya resquebrajada por la guerra de Ucrania. En Francia el izquierdista Mélenchon ni siquiera ha condenado la agresión de Hamás a Israel. Dentro del laborismo británico hay malestar por el apoyo de su líder a Netanyahu. Y así en los demás países. Pero es en España donde las diferencias entre las dos alas del «Gobierno de progreso» –las dos izquierdas– ante la crisis de Oriente Medio son más ostensibles y estridentes. Pedro Sánchez, al que le toca, para más desgracia, en situación de interinidad la presidencia europea, se ha quedado en tierra de nadie, jugando a la equidistancia. En vez de viajar a Jerusalén ha ido a El Cairo; en lugar de visitar a Netanyahu, se ha fotografiado con el presidente palestino, Mahmud Abbas. Seguramente no tenía más remedio dada la actitud radicalmente pro-palestina de una parte del Consejo de ministros. A rastras habló al fin por teléfono con Netanyahu para pedirle un alto el fuego humanitario. Cuando escribo, aún no había llamado a Feijóo para informarle de sus gestiones.
El presidente Sánchez volvió de El Cairo con las manos vacías. La cumbre de Egipto no ha servido para parar la guerra ni para asegurar la ayuda imprescindible y acuciante a los habitantes de la martirizada Gaza. España ha perdido su capacidad de mediación entre árabes e israelíes que demostró de forma brillante en tiempo del rey Juan Carlos y del socialista Felipe González con los «Acuerdos de Madrid». Eran otros tiempos, con otros gobernantes, entre los que no había ministros partidarios de la desaparición del Estado de Israel , que, nada más ocurrir la espantosa agresión de Hamás, se manifestaban en la calle con los puños en alto y la «kufiya» al cuello.
A pesar de las diferencias en la izquierda, existe un consenso general en Occidente: Israel tiene derecho a defenderse, pero respetando a la población palestina. No puede entrar en Gaza a sangre y fuego. El ciego furor de la venganza es, además de un crimen, un error de imprevisibles consecuencias. Y, por supuesto, todo el mundo está de acuerdo en que urge abrir cauces a la ayuda humanitaria. Este es ahora el gran objetivo de todos los Gobiernos europeos sin distinción de ideologías. Aquí tenemos un problema. La desunión de las fuerzas políticas españolas dentro del mismo Gobierno y la incomunicación entre el presidente Sánchez y el jefe de la oposición limitan la contribución de España a la resolución de esta crisis y explican su decreciente papel internacional.
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