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El trípode

La democrática memoria del actual Frente Popular

No había transcurrido ni un mes desde el 14 de abril republicano y ya ardían las iglesias y conventos por diversos y extensos lugares de la geografía nacional, ante la pasividad del gobierno provisional de la República

La Semana Santa es un tiempo en el que suele surgir lo mejor y lo peor del corazón humano, así que a los buenos cristianos les debe emerger el Amor que brota del Corazón de Jesús, mientras que a los seguidores de su opositor, –el «Príncipe de este mundo»– parece sucederles lo contrario, aflorando un triste odio hacia todo lo que remite a Él. Esta realidad estuvo muy presente en nuestra dramática Guerra Civil y el sanchismo parece querer ganar 85 años después de ser derrotado su predecesor Frente Popular. Por mucho que no sea del agrado de la actual «corrección política», aquella contienda tuvo una intensa componente religiosa hasta el punto de ser considerada hasta la pasada década de los 70 como una Cruzada Religiosa. Basta bucear en la Historia para acreditar su presencia, tanto en las afirmaciones de la jerarquía de la Iglesia –como el Cardenal Pla y Daniel, entre otros muchos– como en las declaraciones y documentos de los combatientes del «bando nacional». Asimismo, los hechos históricos abundan en esa denominación en la medida en que, desde el primer momento, tanto las izquierdas socialista y comunista como los anarquistas frente populistas mostraron un feroz odio hacia toda realidad religiosa católica. No había transcurrido ni un mes desde el 14 de abril republicano y ya ardían las iglesias y conventos por diversos y extensos lugares de la geografía nacional, ante la pasividad del gobierno provisional de la República. Alegando que «la quema de todos los conventos de Madrid no valían la vida de un republicano». Eso sería solo un indicio de lo que después se recogerá en el texto constitucional de la República con un acentuado carácter no «aconfesional», sino como radicalmente anticristiano. Esa persecución religiosa contra toda persona por el mero hecho de ser creyente y contra los sacerdotes, religiosos y religiosas, –el clero secular y regular, tanto masculino como femenino– así como contra los obispos, está considerada como la mayor de la bimilenaria Historia de la Iglesia. Más sangrienta que las de Nerón y Diocleciano en el Imperio Romano; los revolucionarios franceses de la época del Terror; contra los Cristeros en la Cristiada de México e incluso con los revolucionarios bolcheviques contra los ortodoxos cristianos. Ese odio solo lo explica el que España haya prestado relevantes servicios al cristianismo, por lo que el diablo, como sabemos, «la quiere destruir». Y no descansa, como ha sucedido en Guadalajara, en donde IU ha pedido al Ayuntamiento la retirada de todos los programas de la Semana Santa porque una cofradía hace referencia a la «Cruzada de Liberación» en el suyo. Y viola su democrática memoria.