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El día de la marmota en la Sala Segunda

«Martínez Arrieta es el sucesor obvio y natural, salvo oposición del PSOE de Marchena en el área penal del Supremo»

Michel de Montaigne (1533-1592), en sus «Ensayos», que son una lectura exigente, apunta que «podemos lamentar no vivir en tiempos mejores, pero no podemos huir del presente». Ahí queda desde hace siglos. Manuel Marchena, tras diez años al frente, deja la presidencia de la Sala Segunda –Penal– del Tribunal Supremo. Cumple así su palabra, empeñada en público y privado, hace años, de que no seguiría en ese puesto cuando expirara su mandato. Pretende evitar algo así como un día de marmota en el Supremo, es decir, que se repita una provisionalidad, por mandatos caducados, como ocurrió, durante un lustro, en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). A partir de mañana, Andrés Martínez Arrieta, sucederá a Marchena, como presidente –por ahora interino– de la Sala Segunda, al ser el más antiguo de la Sala y el número uno de la carrera judicial. También aspira a ser a ser elegido presidente efectivo, pero no hay nada seguro, y hasta el 16 diciembre el CGPJ no se pronunciará, aunque es probable que dilate la decisión por falta de acuerdo.

Martínez Arrieta, cómo es preceptivo, ha presentado su candidatura. Cuenta con el respaldo de la mayoría de magistrados de la Sala Segunda, es miembro fundador de la asociación Francisco de Vitoria, independiente por tanto de la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), identificada con el PP, y de Jueces por la Democracia, afín al PSOE. Tiene fama de moderado y carece de vínculos tanto con el PP y con el PSOE. Su elección al frente de la Sala Segunda se daba por hecha hasta que surgió la candidatura de Ana Ferrer, dicen que animada, requerida, por el Gobierno. Su afinidad al PSOE es evidente y, en la magistratura, tiene fama de obediente. El Gobierno de Sánchez, no es ningún secreto, las tiene tiesas con una Justicia que le gustaría controlar. El relevo en la Sala Segunda, que se puede empantanar, supondría otro baldón, por ejemplo, ante la Comisión Europea, que ya tuvo que intervenir para desbloquear la renovación del CGPJ. La repetición de la historia en la Sala Segunda sería volver al día de la marmota judicial. Martínez Arrieta, que se jubilaría en dos años, es la solución obvia, también porque «no podemos huir del presente», ya lo decía Montaigne.