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El bisturí

La diplomacia del peyote y la sanidad alucinógena

Las malas lenguas aseguran que el diplomático está moviendo Roma con Santiago para que los herederos de don Pelayo pidan perdón también a los musulmanes por la reconquista de la península

Ya sé que resulta a todas luces imposible, pero cualquiera diría que el espíritu de Albert Hofmann, el químico e intelectual suizo que describió la estructura de la quinina y sintetizó, ingirió y experimentó los efectos del LSD, ha sobrevolado estos días el Palacio de La Moncloa, la calle Ferraz y las sedes de los partidos de ultraizquierda que sostienen a Pedro Sánchez. En los últimos años, pero especialmente en lo que llevamos de legislatura, los desvaríos lingüísticos del presidente y muchos de sus ministros, simpatizantes y advenedizos han sido frecuentes. En más de una ocasión, alguno ha recordado incluso con su locuacidad a la ministra Leire Pajín en la anterior etapa socialista, cuando con mirada extasiada, no exenta de cierto misticismo, casi en trance, atribuía en público a una supuesta conjunción planetaria la coincidencia de los mandatos de Barack Obama en Estados Unidos y José Luis Rodríguez Zapatero en España. Sin embargo, pocas veces como hasta ahora han sido tantos los protagonistas de los dislates y tantos los disparates psicotrópicos formulados por los que supuestamente han de llevar las riendas del país. Al margen de la comparecencia del presidente ante la Comisión de Investigación del Senado, de la que todo se ha escrito ya y que sería digna de formar parte de los libros de Jack Kerouac, Allen Ginsberg o algún otro insigne miembro de la llamada Generación Beat, o de la obra Ponche de ácido lisérgico, de Tom Wolf, habría que centrarse en dos casos muy concretos, y que no corresponden esta vez a Yolanda Díaz, Mónica García, Ione Belarra o Irene Montero, las cuales ya han agotado su cupo de desvaríos y están además amortizadas. Se trata del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y de la vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. El primero ha lamentado el «dolor y la injusticia» causados por los conquistadores españoles a los pueblos originarios de América, lo que equivale a poner a España a los pies de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum, además de representar una muestra de ignorancia. Las malas lenguas aseguran que el diplomático está moviendo Roma con Santiago para que los herederos de don Pelayo pidan perdón también a los musulmanes por la reconquista de la península, y que está tratando asimismo de que la Corona británica dé su brazo a torcer y admita las tropelías cometidas en la India por sus soldados y por los cipayos antes de que el país fuera troceado en tiempos de Lord Mountbatten. En los consulados se habla incluso de que Bélgica está tomando nota y pronto rendirá cuentas al Congo por los dislates cometidos por el rey Leopoldo en su búsqueda de riquezas, motivo por el cual la capital Kinshasa prepara ya un día de fiesta. Las mismas malas lenguas califican ya a esta forma de proceder como la diplomacia del peyote, especie endémica en México, siguiendo la estela alucinógena de la más rancia izquierda populista. María Jesús Montero no ha doblado ante nadie la cerviz, ni ha depuesto orgullo ni altivez, sino que ha hecho gala de ellos ensalzando su etapa como consejera de Salud de Andalucía, pese a que Juanma Moreno invierte hoy en este área en la sanidad el doble de lo que gastaba ella y a que recortó 1.500 millones mientras la privada pastaba a sus anchas en la región a través de múltiples conciertos. Es la suya una sanidad alterada de conciencia, también alucinógena.