Opinión
Durmiendo con tu enemigo
Yolanda Díaz mira al fugado de la Justicia como si fuese Gandhi revivido
Que Yolanda Díaz, en calidad de lideresa del bocata de restos que es Sumar, se reúna con un prófugo sería entendible. Entraría dentro de la idiosincrasia de una formación personalista que ha nacido con el único fin de hacerla parecer presidenciable mientras sirve de muleta a Pedro Sánchez y que, como un adolescente al que han abrazado poco, necesita llamar la atención poniéndose, digamos, extravagante. Lo malo es que Yolanda Díaz, con peinado ligeramente timoshenkizado y actitud de Evita Perón, la que mira a un fugado de la Justicia como si fuese Gandhi revivido, es vicepresidenta en funciones del Estado que ese mismo fugitivo pretende tronchar. Y el mensaje que se envía con este encuentro, con sus fotos oficiales y su todo, es el de que un alto cargo del Gobierno se ha reunido con alguien sobre quien pesa una orden de detención. Así que no será para tanto un golpe de estado, que no es un beso. Por si esa imagen de normalización del atropello no fuera suficiente, se ha acompañado del perverso concepto «desjudicializar los problemas políticos». Esto es precioso, como eufemismo, pero bajo él sigue subyaciendo el verdadero significado, que es el que pretenden suavizar, claro: el de que los actos de los políticos, de los que ellos quieran, claro, no deben estar sometidos a esa vulgaridad que son nuestras leyes. Al menos no mientras la judicatura mantenga un mínimo de independencia. Esa molestia de la separación de poderes con la que hay que acabar. Por eso, cuando ambas partes de esa reunión de lo que hablan es de que «los problemas políticos deben volver a los cauces políticos para encontrar soluciones basadas en el diálogo», lo que nos quieren decir en realidad es que si hay que amnistiar se amnistía, como se deroga el delito de sedición o se rebaja el de malversación. Como se concede un indulto. A la carta.
De ceder Sánchez, nos espera una legislatura secuestrada
Porque, como en esos encuentros entre la vedette de tercera con prisas e ínfulas y el productor lascivo en un hotel, uno tiene lo que el otro quiere. Y, como en la penumbra de esos cuartos, aquí también están ambos por la labor del intercambio. Así, Yolanda, de blanco virginal y sonrisa chinesca, va allanando camino para que Sánchez no se ensucie las rodillas. Pero, nos lo vendan como nos lo vendan, lo que está ocurriendo es la anomalía de que un prófugo exija su amnistía a un candidato a la Presidencia (y presidente en funciones) a cambio de sus votos y que este esté dispuesto a hacerlo. Dispuesto, sigo, cuando esa amnistía se la pide alguien que, no solamente no se ha arrepentido de aquel golpe de estado, sino que, ya avisa, «ni renuncia ni renunciará a la unilateralidad».
Eso, libre del filtro belleza de los «selfies» del PSOE, lo que significa es que, de ceder Sánchez a sus pretensiones, nos espera una legislatura secuestrada por los separatistas y a expensas su estabilidad de sus peticiones. Un chantajista no desfallece con la entrega del primer cheque.
El PP, mientras tanto, no descarta ahora anular la reunión que tenía programada con Junts una vez conocidas las exigencias de Puigdemont. Un encuentro que, en su momento, la formación defendió como uno más de los contactos de su candidato con los diferentes grupos parlamentarios con representación antes de su investidura, y que nada tiene que ver con la de Díaz, que consistía en apuntar, sonriente, la lista de exigencias del fugado, como quien le coge el teléfono al secuestrador de un hijo para saber qué es lo que pide. Un gesto que da esperanza a los que defendemos y respetamos la Constitución, que agradecemos saber que hay una alternativa clara y contundente a este proyecto de desmantelamiento.
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