España

Comprometido con España

Con la muerte de Emilio Botín, España pierde a una de esas figuras irrepetibles en su historia económica, precisamente porque surgen y actúan a contracorriente y consiguen, con su genio y tenacidad, llevar a este país nuestro, a veces demasiado apocado, a asombrar al mundo. Si hoy la banca española es una de las más solventes y eficaces de Europa –con el Santander como líder en el Viejo Continente por capitalización bursátil– y es referente en el mercado financiero mundial, se debe en gran parte a este hombre visionario, que procedente de una familia tradicional de banqueros supo revolucionar la estructura del modelo financiero vigente y casi intocable en los años 50 y 60 del siglo pasado. Sin su personalísima manera de dirigir la entidad que heredó de sus abuelos, sin el sello particular y sin su perspicacia para anticiparse a los acontecimientos, muy probablemente la historia del Banco Santander, el más pequeño de los llamados «siete grandes» de la banca española cuando se culminaba la Transición política, hubiera sido como la de otras tantas entidades señeras llamadas a desaparecer o a ser absorbidas por la vorágine de los cambios. Porque el hombre que ayer nos dejó, víctima de un ataque al corazón, a sus 79 años, fue el primero que entendió que el futuro del sector pasaba por la concentración de las entidades de crédito, para no ser fagocitado por los grandes grupos bancarios internacionales. Su trayectoria a partir de la fusión con el Central-Hispano es de sobra conocida, como lo es la gran aventura exterior que emprendió y que le llevó a él a ser uno de los grandes banqueros del mundo, a su banco a ocupar un puesto entre las 10 entidades crediticias internacionales más relevantes, y a hacer de la Marca España sinónimo de solvencia y confianza, sobre todo cuando más se dejaban sentir las consecuencias negativas de una crisis que ha supuesto un terremoto para el sistema financiero, con la caída de algunos de los grandes gigantes del sector. Porque Botín fue, además, un hombre comprometido con su país, en el que siempre mantuvo su residencia, que nunca negó a los distintos gobiernos su ayuda en los momentos de dificultad, y que supo unir el interés de su banco con el servicio y el respeto a los intereses generales de los españoles. Amó a España y no rehuyó ninguna ocasión para defenderla y promoverla en el exterior. Le sustituirá en la dirección de la entidad su hija mayor, Ana Patricia Botín, hasta ahora dedicada a la rama británica, cuya formación y experiencia garantizan al Banco Santander un futuro de continuidad en la línea marcada por su padre. La saga, pues, continúa en beneficio de sus socios y accionistas, por su puesto, pero, también, en el de la sociedad española, que tanto gana con la proyección exterior de sus grandes empresas.