Editorial

Del susto a la adhesión inquebrantable

El problema de esta inversión de valores en el tradicional juego político que caracterizaba a unas democracias, hoy, contaminadas del peor populismo, es que el discurso frentista se extiende a aquellos jueces que tienen la desfachatez de instruir causas incómodas para las izquierdas.

La carta de Pedro Sánchez se convierte en una balada al estilo de Álex Ubago con la ayuda de la IA
La carta de Pedro Sánchez se convierte en una balada al estilo de Álex Ubago con la ayuda de la IACanva/ Europapress

Mientras el conjunto de la población parecía, por su actitud contemplativa, tomarse a beneficio de inventario la última pirueta política del presidente del Gobierno y los mercados discurrían con placidez, solo atentos a la publicación de los resultados empresariales, esa esfera que conocemos como «el sanchismo» pasaba del susto inicial a un movimiento general de adhesión inquebrantable al líder, que bien pudiera ser el objetivo último del quejido epistolar de Pedro Sánchez.

Podemos ahorrarnos la cascada de ditirambos dirigidos al inquilino de La Moncloa, los llamamientos la movilización de los «verdaderos» demócratas, la apelación al sacrificio y el rasgar de vestiduras entre las filas socialistas, aunque, eso sí, constatando que, en el ámbito de la política partidista, nunca hay elogio pequeño ni demostración suficiente de fidelidad al jefe. Mayor interés tiene, a nuestro juicio, la respuesta de sus socios parlamentarios, dispuestos a mantener como sea el actual statu quo, señal inequívoca de que mantener a Pedro Sánchez en el Gobierno es clave para sus intereses partidistas, que no suelen coincidir con el de los españoles en general.

Y por último, pero no menos importante, señalar que de las airadas declaraciones de los más significados representantes del sanchismo y de otros virtuosos artistas en el uso del doble rasero se deduce que el ejercicio de la oposición solo es legítimo cuando no cumple su función. Lo cierto es nada ha cambiado en el imaginario colectivo de quienes nos gobiernan, poseídos de la certeza de que solo la verdad habita en su campo, frente a una derecha y una «ultraderecha» que es epítome de todo mal.

El problema de esta inversión de valores en el tradicional juego político que caracterizaba a unas democracias, hoy, contaminadas del peor populismo, es que el discurso frentista se extiende a aquellos jueces que tienen la desfachatez de instruir causas incómodas para las izquierdas.

Es ingenuo pensar que el poder político no tiene medios para presionar a la Justicia, porque ayer asistimos a la repetición del espectáculo descarnado del ataque a los jueces, que llevó a la reacción de las principales asociaciones de la Magistratura. En cualquier caso, la incalificable misiva de Pedro Sánchez no ha hecho más que confirmar los modos de entender la política del personaje, entre el aventurerismo y el «solo yo lo valgo», que no ha dudado en azuzar el enfrentamiento ideológico, extender el discurso del miedo y levantar barreras entre los españoles con tal de permanecer en el poder.

Tal vez, la amenaza de dimisión no haya sido solo una finta para desviar la atención sobre los problemas legales de su esposa, Begoña Gómez, pero, buscado o no, ha conseguido ahogar en el mismo seno cualquier disidencia interna en el partido socialista y retratar a sus socios de investidura.