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Barcelona

El ejemplo de un gran editor

Ha muerto en Barcelona, la ciudad que le vio nacer hace 68 años, uno de esos hombres excepcionales que, muy de tiempo en tiempo, nos ofrece la historia de España. Ha muerto un catalán íntegro, padre de familia, de acendradas convicciones religiosas y con un profundo sentido de España, como nación libre en lo político y avanzada en lo social. Ha muerto un hombre universal, que hizo de la cultura su pasión, y que entendió como pocos su valor. Ha muerto un hombre valiente, que no rehuía los compromisos ni se plegaba a exigencias espúreas, que nunca hizo política y, sin embargo, siempre estuvo donde la Política reclamaba a una figura alejada de partidismos y muy consciente del valor de los acuerdos. Pero, por encima de todo, ha muerto un editor. Él lo había dicho siempre: no sentía mayor satisfacción que la de editar libros, que se vendiesen, se leyesen y se reeditasen. Una y otra vez. Libros, libros, libros. Y que esa tarea laboriosa, y en algo todavía artesanal, sirviese para mantener una de las industrias más dignas y que más han hecho progresar al mundo. José Manuel Lara ha muerto en un momento de plenitud, precisamente cuando el mundo del libro estaba sufriendo una de sus mayores transformaciones y cuando él todavía tenía mucho que decir sobre estos cambios. Fue un editor del siglo XX y lo fue también del siglo XXI, es decir, conoció bien un oficio que se hacía por «amor al arte», por amor a los libros –pues lo aprendió de su padre y de su madre, los Lara Bosch–, que no sólo luchaba contra una frágil estructura empresarial, sino en unas condiciones en la que la letra impresa debía abrirse camino como una conquista más de un país libre. Fue, además, un editor del siglo XXI porque intuyó los cambios y puso las herramientas para poner el libro al alcance de todos en una sociedad ávida de consumo, incluso de consumo literario y cultural. La muerte de un editor, de un gran editor, es siempre la pérdida de alguien cómplice en una de las más hermosas tareas a las que podemos dedicarnos, la más maravillosa por extraña, la de la lectura, aquella que Borges expresó diciendo que «de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones del cuerpo, sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria». José Manuel Lara Bosch ayudó decisivamente a la expansión del Grupo Planeta, que es decir la mayor empresa cultural española, el sello hispano de referencia en el mundo. Su padre, José Manuel Lara Hernández, o el «viejo Lara», como con respeto y admiración le llamaban también sus competidores, consiguió algo inédito en la literatura española y algo de lo que él se sentía especialmente orgulloso: que los escritores dejaran de ser unos «muertos de hambre» estigmatizados por la ignorancia y el desprecio y pudieran vivir dignamente de su trabajo. Su hijo continuó esta tarea y consiguió hacer uno de los catálogos de autores más respetados en las letras hispanas partiendo de un principio fundamental: el escritor es el verdadero alma de la industria del libro. Ahora, Planeta se sitúa entre los ocho primeros grupos editoriales del mundo occidental y es uno de los grupos de comunicación líderes en España. No sólo consiguió que los derechos de autor fueran respetados –algo en lo que ha persistido hasta el último momento, acosados como están por la piratería–, sino que sus libros se hicieran visibles en las librerías, estuvieran bien distribuidos y presentes en la vida cultural. Sellos de enorme prestigio literario, como Destino, Seix Barral o Espasa, forman parte de la familia Planeta, manteniendo su sello de identidad y consiguiendo competir en un mercado complejo y global. Aquel viejo reparto de papeles en el que, mientras unos editaban a las élites culturales, otros mantenían la industria, ya no tiene sentido. El Grupo Planeta ha sabido constituirse en una casa común en la que la literatura no sólo es compatible con el mercado, sino que lo necesita, si realmente se aspira a que el libro llegue a todos los rincones.

Pero el Grupo Planeta es, también, una de las grandes empresas en el mundo de la comunicación. Antena 3, hoy dentro de Atresmedia, es una referencia basada en la calidad de su programación, en su rigor informativo y en su responsabilidad social. La libertad de pensamiento y criterio, que siempre ha caracterizado a los sellos editoriales de Planeta, ha continuado en sus proyectos periodísticos. Porque por encima de los avatares empresariales, por encima de que José Manuel Lara era un hombre de negocios responsable –comprometido con los problemas empresariales y las dificultades de nuestro país–, existía una persona con valores que ha querido que siempre estuvieran presentes en sus empresas. «Planeta es el proyecto común de un puñado de personas que se dedican a él con entusiasmo y con la convicción de que es un buen camino para ellos y para el conjunto de la sociedad», dijo en una ocasión. Desde estas páginas de LA RAZÓN, periódico del que era accionista de referencia, queremos rendirle un emocionado homenaje. Creyó en este proyecto y supo transmitirnos lo que ha sido esencial en su trayectoria: tolerancia, rigor y compromiso con la sociedad española.

Ha muerto un gran editor, un gran hombre que hasta el último aliento ha querido seguir trabajando. Descanse en paz.