Bruselas

España cumple

El objetivo de la consolidación fiscal es ineludible en cualquier economía, pero más si cabe en una convulsionada por los desequilibrios y por el colapso de la actividad y de la demanda interna. España se ha jugado recuperar la credibilidad extraviada ante nuestros socios y los inversores en el pulso por sanear sus cuentas y reconducir los números rojos en estos dos últimos años. Ha sido y es una misión compleja y dura, pues no era inocua. Los sacrificios inherentes a la necesaria política de ajustes llevaban aparejados inevitables facturas. Y, sin embargo, había que recorrer ese camino para frenar el deterioro y recobrar el pulso económico. El Gobierno lo entendió de forma correcta y demostró la convicción adecuada a la exigencia. España ha cubierto etapas en el recorrido de la consolidación fiscal, con mejor o peor cadencia, pero sin frenazos bruscos. Las instituciones internacionales, los mercados, los inversores y las agencias de calificación han ponderado esos progresos, que lógicamente están lejos de su meta. Ayer, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, anunció que el déficit público cerró en el 6,62% del PIB en 2013, lo que significa un ligero desfase del objetivo pactado con Bruselas, situado en el 6,5%. No obstante, explicó que el dato bajará cuando se modifique al alza el cálculo del PIB que debe realizar el INE, como en el resto de países de la Unión Europea. Con este cambio en la metodología comunitaria es muy probable que la cifra final quede por debajo de ese 6,5%. De los datos presentados se desprende que la Administración del Estado y las comunidades autónomas no alcanzaron el objetivo previsto, con desviaciones de dos décimas. Todo lo contrario que los ayuntamientos, que lograron un superávit del 0,41% del PIB, por encima del equilibrio comprometido. En conjunto el resultado ha sido positivo porque ha situado la ejecución presupuestaria en términos de práctico cumplimiento con la meta acordada con nuestros socios. España ha cumplido y lo ha hecho en un escenario de recesión, con una caída del PIB del 1,2%, lo que acrecentaba las dificultades, y confiere más valor si cabe a la corrección del desajuste. Con esta misma lógica, las buenas perspectivas de crecimiento de la economía deben traducirse en que el propósito del 5,8% para 2014 se alcance de forma más holgada. El Gobierno tiene que preservar el rigor en la gestión presupuestaria y mantenerse firme en la exigencia a todas las administraciones. No se pueden permitir pasos atrás que puedan cuestionar la imagen actual de España como un socio europeo fiable y que no rehúye sus obligaciones. Con el pacto de estabilidad en el horizonte, se trata de abundar en las líneas maestras de la política económica que nos ha traído hasta aquí y aprovechar el presente escenario de recuperación para sentar bases y recomponer equilibrios cada día más sólidos.