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Brexit

La crisis política que esconde el Brexit

La Razón La Razón

Saber si el Estado Islámico ha querido interferir de manera directa en las elecciones británicas es, de momento, difícil de demostrar. Lo que sí está claro es que los recientes atentados de Manchester y Londres han acaparado toda la campaña. Ante lo sucedido, sí se puede afirmar que el terrorismo ha modificado el debate electoral y, por lo tanto, cambiar el sentido del voto. De la firmeza de los líderes políticos y de no usar electoralmente el terrorismo depende que la violencia no consiga el triple objetivo de matar, aterrorizar y doblegar a las instituciones democráticas. Debería ser así, pero es evidente que los tres atentados recientes sufridos en el Reino Unido desde el pasado mes de marzo –y que han ocasionado la muerte de 32 personas y decenas de heridos– se han producido en un contexto político muy crítico tras la aprobación del Brexit. De aquel referéndum inventado por el irresponsable David Cameron ha surgido un país debilitado y aislado. Detrás de la recuperación de su soberanía nacional frente a las instituciones de la Unión Europea, que sólo servía, argumentaban, para impedir su expansión y desarrollo como país, se escondían algunos tics de ineficacia y de aceptación de sus propias carencias, como ahora estamos comprobando en la crisis abierta por los atentados. El nacionalismo siempre elige a un enemigo exterior y oculta las debilidades propias. En contra de lo que prometieron los seguidores del Brexit, la salida de la UE iba a ser costosa y supondría más inconvenientes que ventajas. Para negociar una salida favorable al Reino Unido y tener una mayoría parlamentaria para defenderla, Theresa May convocó elecciones. Los acontecimientos posteriores han evidenciado que el sistema político británico vive una crisis. Sólo así puede entenderse que la propia premier reconociese que bajo su mandato como ministra del Interior se había sido permisivos con los yihadistas, que han acabado siendo identificados y que habían sido fichados y, pese a estar sometidos a seguimiento, autores de los ataques. Por contra, el líder laborista Jeremy Corbyn ha llegado a pedir la dimisión de May en pleno luto por las víctimas del atentado y cuando lo que requiere un país que está siendo atacado es mantener la unidad. El modelo de una sociedad que ha sabido defender con orgullo su integridad territorial en momentos históricos difíciles ha quedado dañado, al punto que el debate que se ha abierto a un día de los comicios es sobre los medios con los que deben contar las fuerzas de seguridad. Si la estrategia de los conservadores era presentar a May como la candidata más solvente para negociar el Brexit ante Bruselas, comparándose con un «débil» Corbyn, la gestión de los atentados ha conseguido presentar a una primera ministra incapaz de hacer frente al reto del yihadismo. Mientras que May aboga por continuar los ataques en Siria e Irak contra las bases de Daesh y endurecer la legislación para combatir a los islamistas radicales en suelo británico, Corbyn se sitúa en las antípodas y en la más ortodoxa tradición izquierdista: si Reino Unido es atacado es precisamente por su participación activa en los frentes de guerra de Oriente Medio y el norte de África. Mal síntoma el de abrir en canal la política antiterrorista cuando los atentados están tan cerca y el país sigue siendo objetivo directo. Las elecciones anticipadas que May convocó el pasado abril podrían ser un desastre para los conservadores, si se cumple el último sondeo: los laboristas se sitúan en un 38% en intención de voto, muy cerca del 42% que tiene May. Cuando la premier convocó los comicios tenía una ventaja de 18 puntos sobre Corbyn. El uso del terrorismo como arma electoral puede ser nefasto.

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