Medidas económicas

La estabilidad, como valor

Una de las peores consecuencias de la profunda crisis económica que ha sacudido a las democracias occidentales ha sido, sin duda, la pérdida de la confianza en las instituciones por parte de amplias capas de la población, con especial incidencia la apreciación, muy negativa de la política tradicional. Aunque, en términos generales, el surgimiento de movimientos populistas en Europa no ha conseguido ir más allá de una presencia testimonial, rápidamente corregida por el realineamiento de los grandes partidos, no es conveniente descartar el riesgo que representan para la estabilidad del Continente. No lo hizo ayer el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al realizar el balance del año que termina. Sin citar el caso español por su nombre, pero en clara referencia a los postulados que propugnan los movimientos que bordean el sistema, Rajoy defendió el valor objetivo que ha supuesto la estabilidad política e institucional de la que ha gozado España a la hora de afrontar el gran desafío de la legislatura. Y ello, pese a que nadie negará la contundente respuesta de la oposición, de los sindicatos de clase y de los sectores sociales de izquierda, o no sólo, a las medidas que ha tenido que tomar el Gobierno ante el riesgo cierto de quiebra de las finanzas del Estado. Pero ese ruido ambiental, al que ha contribuido el desafío separatista de Artur Mas, arrastrando a la oposición socialista al cuestionamiento estéril del modelo autonómico, ha chocado con la realidad de un Ejecutivo respaldado por una amplia mayoría parlamentaria que le ha permitido llevar adelante unas decisiones que no levantaban, precisamente, entusiasmo entre una buena parte de la población, pero que ahora se perciben como inevitables y acertadas. Se debe, pues, confiar, y así lo expresa Mariano Rajoy, en que los ciudadanos valorarán las ventajas de mantener la estabilidad del sistema democrático actual, marcado por la existencia de dos grandes formaciones a derecha e izquierda de un centro político compartido, frente al aventurerismo de unas propuestas surgidas en el siglo pasado y sancionadas de antemano por la historia. Confía, asimismo, Mariano Rajoy en que el cuarto año de su legislatura será el del despegue definitivo de la economía española, con especial incidencia en la creación de empleo, lo que restará argumentos a los populistas. Hasta ahora, los hechos han venido dando la razón al presidente del Gobierno que, ayer, con las cifras en la mano, demostró que, tras siete años ininterrumpidos de destrucción de empleo, el mercado laboral español, asentado sobre nuevas bases más sólidas, ha conseguido romper la tendencia y volver al crecimiento. Cabría legítimamente preguntarse qué hubiera sido de la economía española de no haber contado con un Gobierno fuerte y estable.